Salamanca, la ciudad por la que no pasa el tiempo

Hay ciudades que dicen que son eternas, y otras de las que no se dice pero que seguro se puede aplicar el mismo cuento, como ocurre con Salamanca. Esta ciudad, eminentemente universitaria, sigue manteniendo toda la solera que le ha dado ser la primera ciudad europea en tener universidad (desde 1253), y ser parte imprescindible en la historia.

Por aquí pasó Colón para hacer los preparativos de la expedición a las indias; Antonio de Nebrija creó la primera gramática del castellano; los matemáticos de la Universidad de Salamanca propusieron al Papa Gregorio XIII la creación de un nuevo calendario, conocido como gregoriano; estudiaron en su universidad grandes figuras históricas, como Hernán Cortés, Miguel de Cervantes, Fray Luis de León, Calderón de la Barca, etc; y además esta universidad fue la primera del mundo en la que estudió y dio clases una mujer.

Con este historial, es normal que la Universidad de Salamanca siga siendo una de las más importantes a nivel nacional, y tenga cada año más de 30.000 matriculados de todas las partes del mundo. Como sucede en todas las ciudades con gran importancia universitaria, como por ejemplo Coimbra, en Salamanca siempre hay buen ambiente en sus calles y plazas.

La plaza Mayor, verdadero corazón de la ciudad, es un continuo bullicio de estudiantes, niños, mayores y turistas, que mientras el tiempo lo permite, pasan las tardes sentados en la gran plaza o en alguna de las terrazas. Una de las cafeterías con más historia de la plaza es el Café Novelty, la más antigua de Salamanca, y punto de encuentro de literatos.

Era Miguel de Unamuno, quien en sus tertulias en la terraza del café, decía refiriéndose a la plaza: “Es un cuadrilátero. Irregular, pero asombrosamente armónico.”, ya que la Plaza Mayor no mide lo mismo en ninguno de sus lados. En el interior del café podemos encontrarnos con otro escritor, Torrente Ballester, mirando infinitamente hacia la plaza. Actualmente hacen helados de muchos sabores que están bastante buenos.

Desde la Plaza Mayor podemos empezar cualquier recorrido por el casco histórico de Salamanca. Imprescindible es visitar las Catedrales, que a falta de una tienen dos. La Catedral Nueva, de estilo gótico y barroco, construida en el siglo XVI, y famosa por su astronauta, se puede visitar en su totalidad.

Para subir a la torre y ver la nave central desde arriba, tenemos que entrar en la exposición Ieronimus (3,75€ visita diurna, 5€ visita nocturna), una experiencia muy recomendable, ya que desde las alturas vemos realmente cómo es Salamanca, así como detalles de la Catedral en los que no reparamos a simple vista, como las grietas que tiene y el curioso reloj de la fachada norte.

La otra Catedral de Salamanca, llamada en un arrebato de originalidad Catedral Vieja, está adosada a la fachada sur de la Catedral Nueva, que reposa sobre el antiguo templo, de menor tamaño y con un interior mucho menos espectacular. En la visita a la Catedral Vieja (4,75€) podemos ver tanto el edificio como el claustro y el museo. Personalmente, prefiero subir a las alturas que meterme en el interior de una iglesia.

Hablando de alturas, recientemente se han abierto las puertas de las torres de la Real Clerecía de San Marcos, justo en frente de la Casa de las Conchas, en un recorrido denominado Scala Coeli. La visita a las torres de la Clerecía (3,75€), como se conoce comúnmente, empieza en la monumental iglesia del mismo nombre.

Durante el recorrido pasaremos por distintas salas que nos explican la historia del edificio, subiremos por diferentes escaleras, y, una vez en lo más alto, nos quedaremos boquiabiertos con las vistas que hay desde estas torres, en las que sólo nos salva de la caída una fina barandilla de metal. Si tuviera que escoger entre visitar las torres de la Clerecía o las torres de la Catedral, no se con cuáles me quedaría, pero desde la Clerecía las vistas me parecieron más impactantes.

De nuevo sobre el adoquín, las calles de Salamanca guardan muchos tesoros entre su infinidad de palacios, iglesias, museos y universidades. No hay que perderse el Patio de Escuelas, con la estatua de Fray Luis de León y frente a la antigua universidad, en cuya fachada se encuentra la famosa rana (en realidad sapo) sobre una calavera. La Casa de las Conchas tiene más fama que belleza, y actualmente es una biblioteca.

Otro edificio destacado es la Casa Lis o Museo de Art Nouveau y Art Déco, con una fachada repleta de vidrieras que deslumbra especialmente de noche. Cerca, como todo en Salamanca, está el puente romano que cruza el Tormes, así como el toro de piedra que se cita en el Lazarillo de Tormes.

Podemos continuar cuesta arriba y ver los nuevos campus universitarios, con sus jardines y graffitis, desde los que se divisa la ciudad nueva, o cruzar el río y llegar hasta el Parador, desde el que se obtiene una de las mejores panorámicas de Salamanca, con la catedral dominando la ciudad.

Sea como fuera, seguro que queremos pasar la noche en Salamanca, y entonces nuestros pasos volverán a la Plaza Mayor, que se transforma radicalmente al anochecer para dar paso a la intensa vida nocturna, dividida entre la zona «guiri», repleta de discotecas y pubs donde los relaciones públicas te acosan a cada paso, y la zona de toda la vida, donde hay que tener valor para entrar en algunos sitios, pero el ambiente nunca defrauda.

Salamanca es pequeña, seguro que incluso ya la visitaste alguna vez, pero es una de esas ciudades que siempre sorprende al viajero y nunca pasa de moda. Hermanada con otras ciudades muy importantes para mí como son Gijón (donde vivo) y Las Palmas de Gran Canaria (donde he nacido), considerada Patrimonio de la Humanidad desde 1988, ¿quién puede decir que Salamanca no es eterna?