Sobrevolando la Sierra de Cádiz en avioneta (con vídeo)
Me encanta volar. Será porque desde arriba todo se ve distinto, porque siempre me gustaron los sitios altos, o porque es una de esas cosas que siempre hay que hacer con una máquina. A ser posible, una máquina con muchos botones y luces de colores, como la avioneta ultraligera con la que tuve la suerte de volar a las puertas de la Sierra de Cádiz, de la mano de VuelaCádiz.
La avioneta era uno de los pocos ingenios voladores que me faltaban por probar, pues ya había volado en globo sobre Gijón, en parapente por la costa asturiana, en helicóptero sobre Barcelona, y me tiré en paracaídas en EmpuriaBrava. A la avioneta le tenía ganas porque ofrece mucho más control que por ejemplo el globo, y además era una nueva experiencia de esas que siempre quieres probar.
Por otra parte, el campo de juego para sacar fotografías era la Sierra de Cádiz, con las montañas más altas espolvoreadas de nieve al ser invierno, la gran masa de agua del embalse de Bornos, y los campos multicolores que salpican los alrededores de Villamartín, pueblo situado en la zona más llana de esta sierra.
Volar en avioneta requiere de una pequeña sesión teórica sobre el funcionamiento del aparato, ya que aunque no manejes ningún mando, durante la experiencia formas parte del club para que te cubra el seguro ante cualquier improbable percance. Tras conocer un poco más del mundillo de la mano de todo un ingeniero aeronáutico como era Miguel, nos dirigimos rápidamente al aeródromo de Villamartín para ir a la parte buena, ¡volar sobre la Sierra de Cádiz!
Antes de cualquier vuelo, el piloto hace un chequeo completo al aparato siguiendo su hoja de control rutinario, ya que si hay algún problema, aquí no existe cuneta para aparcar y esperar por la grúa. Por eso, la mayoría de elementos básicos están por duplicado: hay dos bujías por pistón, el aparato puede volar con una sola ala, el GPS no es imprescindible, etc.
Terminada la comprobación, me subí rápidamente al avión, ya que era el primero del grupo en volar. No es que tuviera más ganas que el resto en subirme (quizás sí jeje), pero como me tenía que marchar antes, era la excusa ideal, así que cuidado con la cabeza, y adentro, siempre junto a mi inseparable cámara.
10 minutos tardó el motor en calentar. Cuando la aguja de temperatura del aceite llegó casi a la zona verde, pudimos despegar. «Eco Charlie Kilo Yankie Victor going to take off. Rumbo 0.6» decía tranquilamente el piloto por la emisora para avisar a otras aeronaves de que íbamos a empezar a volar mientras entrábamos en pista.
La vibración dentro de la avioneta aumentaba proporcionalmente al gas que iba aplicando el piloto, hasta que en unos pocos metros empezamos a dejar atrás la pista de aterrizaje, y el vuelo fue un poco más cómodo, todo lo cómodo que permitía el escaso espacio de la cabina en la que nos encontrábamos. En un suspiro llegamos a la altura de vuelo, unos 300 metros sobre el nivel terrestre.
El día estaba despejado, así que las vistas no podían ser mejores, como atestiguan las fotografías. Los campos se sucedían bajo nuestras alas hasta las montañas de la Sierra de Cádiz, que se elevaban al fondo orgullosas por lo que esconden entre sus valles. Cortijos, casas, caminos, unos tras otros hasta llegar al embalse de Bornos, con su peculiar azul verdoso. Al fondo, Arcos de la Frontera, y en pocos minutos, Villamartín.
Durante el vuelo estaba más concentrado en sacar fotos componiendo lo mejor que me permitía la situación que en charlar con el piloto. Aun así me enteré de unas cuantas cosas, como de que sólo hay que hacer un mínimo de 10 horas de vuelo con instructor para poder volar en solitario (¡menos que para conducir un coche!), y que, aunque es una afición cara, no es tanto como pueda parecer, resultando similar a los deportes náuticos.
Los 20 minutos del vuelo estaban llegando a su fin, así que era el momento de encarar la nave hacia la pista de asfalto e iniciar el descenso, compensando el viento guiñando la avioneta de una forma que parecía que íbamos a terminar en el prado, pero la habilidad del piloto era notable, y tras los botes de rigor al hacer contacto con el suelo, ya estábamos en tierra firme, con otra gran experiencia que contar.
Volar en avioneta no tiene nada que ver con un avión comercial, incluso con los de hélices. Aquí todo se nota más. El avión vibra, huele a gasolina, hace mucho calor si pega sol, los botes por cambios de presión son continuos, y las vistas son muchísimo mejores al tener todas las ventanas para ti. Una experiencia que recomiendo sobre todo si quieres sacar buenas fotografías de un lugar desde el aire, aunque en mi lista particular, el globo es mi forma preferida de volar, a pesar de que sea un descontrol absoluto. Cuestión de gustos, supongo.
Información útil para volar en avioneta en Cádiz:
- VuelaCádiz. Bautizo de vuelo de 15 minutos de duración por 30€
- Turismo en Sierra de Cádiz
- Actividad vivida durante el viaje #SierraDeCadiz junto a Lala Viajera, Viaja por libre, Destino Cádiz y Cook Sip Go.
¡Qué buenas fotos! Además pillaste un día magnifico. Una pregunta, ¿mejor o peor que el helicóptero? Quiero probar una de las 2 y no consigo decidirme…
Gracias por adelantado.
¡Un saludo!
Hola Sandra. Pues según que busques y el lugar. El helicóptero como experiencia es más movida y permite hacer fotos más picadas por el balanceo del aparato, pero no puedes quitar la puerta como si ocurre con la avioneta en vuelos que son para hacer fotos.
Además, la avioneta también suele ser más barata. Si buscas buenas fotos, avioneta sin puerta es lo mejor. Si buscas emociones, helicóptero.
Un saludo!