Oporto, la ciudad más portuguesa
Al oír mis primeras impresiones sobre Oporto y Lisboa, un amigo me dijo que Oporto era la verdadera Portugal y Lisboa la globalización. Razón no le faltaba, y es que Oporto es una ciudad muy peculiar, que no deja indiferente al visitante. Amada y odiada a partes iguales, tras mi visita no sabría decir si me gustó o no Oporto.
Por una parte, aunque estemos en Portugal y la gente sea muy agradable por lo general, en el norte son bastante más cerrados, recordando bastante a sus vecinos gallegos. Disfrutan de los ratos de ocio, de su excelente vino, y de los restaurantes de la Ribeira como nadie, y también son cotillas como ellos solos. Será por lo agradable que es estar viendo la vida pasar asomado en el balcón, pero me sorprendió la cantidad de gente con esta costumbre, y es que esto es Oporto y aquí la vida va a su ritmo, bastante más relajado que en otras capitales.
Por otro lado, la ciudad tiene una belleza decadente muy común en el país luso, pero de la cual Oporto es sin duda la reina. Imposible encontrar un edificio que tenga su fachada en perfectas condiciones, aunque esté en la Avenida de los Aliados, la zona más parisina de la ciudad, con sus grandes espacios abiertos. Entre los limpiabotas, los buzones rojos y las cabinas londinenses, incluso podemos encontrarnos un McDonald´s que pasa inadvertido.
Esta decadencia, sobre todo presente en las callejuelas estrechas y empinadas de la parte alta del barrio de la Ribeira, que nace a orillas del río Duero, está siempre flirteando entre lo peculiar y la absoluta miseria. A alguien importante debió de parecerle único, y por eso todo el casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. O quizás fue por los balcones repletos de ropa tendida, signo de identidad de Oporto. Quien sabe, pero alguna callejuela, como las Escadas do Condeçal, debe de ser terrorífica de noche, y eso que Oporto es una ciudad muy segura. Hay otras, como las que están cerca de la Catedral, por las que si es un placer perderse, y sorprenderse al encontrar gallinas, perros y gatos en cualquier rincón.
Lo que si es símbolo de Oporto es su vino, al que cede su nombre, y probablemente tenga más fama internacional que la propia ciudad. Toda la margen sur del río Duero, que en teoría pertenece al pueblo de Vila Nova de Gaia, y que está perfectamente comunicada con Oporto, es la zona de las bodegas. Calém, Sandeman, Barros, Taylor´s, Ramos Pinto y así hasta una veintena de bodegas que podemos encontrarnos, todas con posibilidad de visita, aunque hay que mirarse bien los horarios.
Para llegar hasta aquí, seguramente hayamos tenido que cruzar el impresionante puente de Dom Luis I, ya sea en metro, en bus o andando. El puente, proyectado por Théophile Seyrig, discípulo de Gustave Eiffel, es conocido como el puente Eiffel, y es que cualquier obra en la que estuviera relacionada la empresa del ilustre francés termina llevando su apellido. Las dos orillas de la ciudad unidas por el puente son las zonas que más me gustaron. Tienen la decadencia justa, y un gran río Duero nos ofrece su mejor cara al atardecer, cuando los barcos rabelos se mecen suavemente sobre sus aguas.
Si queremos ver algo más que callejuelas empinadas donde tender la ropa, tenemos un montón de edificios monumentales para visitar, entre los que destacan las iglesias, como no podía ser de otra forma. Una muy bonita y barroca es la Iglesia Monumento de San Francisco (3€), que según dicen es una de las mayores muestras barrocas del país. Además de la iglesia, con la entrada va incluida la visita a unas catacumbas y a parte del palacete cercano. Por supuesto, también tenemos la Catedral de Oporto (entrada gratuita), un coloso de piedra que destaca por las vistas que hay de toda la ciudad desde su patio.
Me hablaron de otros sitios interesantes, como el Palacio da Bolsa o la Torre dos Clérigos, pero por problemas de horarios no pude visitarlos, aunque tienen muy buena pinta.
En definitiva, Oporto es una ciudad extraña, que hay que visitar con ganas de subir cuestas y de encontrarse con lo mejor y lo peor. Con callejuelas de lo más pintorescas, sin ningún parque en el centro, y creo que con más iglesias que colegios, Oporto es odiada y amada a partes iguales. Todavía no se cual es mi bando, y tras la visita no me quedaron ganas de volver a Oporto, pero al ver las fotos me está entrando morriña de ribeira…
Más información:
- Actividades que hacer en Oporto
- Información y turismo
- Hoteles en Oporto
- Visita a las bodegas de Gaia por Vero4travel, #postamigo
Pues yo soy de los que aman Oporto! A mi me encantó, ese estilo tan decadente a veces, esas calles por donde perderse… Pasé por allí una semanita y volví convencido…
Un saludo!
Otra que está en el bando que ama Oporto, de hecho hubo una temporada que volvía todos los años para allí…estoy pensando que hace mucho que no voy, jejejejeje. Como bien te dijeron la próxima vez tienes que ver el Palacio de la Bolsa, es una pasada!!!! No me había dado cuenta de lo del carácter cotilla pero la foto de la abuelilla lo muestra perfectamente!!! Un abrazo. ;-)
Pues por tus fotos puedo decirte que Oporto de ve fascinante!! Casi todo el mundo que ha estado vuelve encantado. Tendré que visitarla porque Portugal es un país que me encanta!!
Saludos
Muy guapas todas las fotos! Los barquitos esos si que son fotogénicos, una pasada ;-p
Me alegro de que haya muchos enamorados de Oporto, el estilo que tiene es muy peculiar, aunque me sigo quedando antes con Coimbra o Lisboa, aunque sea mucho más similar a otras capitales
Unas fotos magníficas! Me encantan… no conozco Oporto personalmente pero tus fotos en el artículo me han enamorado… Tal vez la decadencia puede tener también su encanto en una ciudad como Oporto.
Un saludo,
Sonia.
Me encanta Portugal y Oporto en particular me enamora, he estado tres o cuatro veces y cada vez me gusta mas
Para una próxima visita te sugiero que sigas caminando por la margen derecha del Duero hasta Matosinhos. Luego puedes volver en metro o en bus. Estar en la Foz es una experiencia imprescindible.