Festival aéreo de Gijón 2014, 9 años de aviones sobre San Lorenzo
Todavía me acuerdo de la primera vez que me enteré de que iba a celebrarse un festival aéreo en Gijón, ¡por fin iba a haber aviones a reacción haciendo piruetas, como en Estados Unidos! Lástima que, por raro que parezca, estuviera de viaje ese día, por lo que no fue hasta la segunda edición, al año siguiente, que pude ir a verlo y fotografiarlo en persona.
La experiencia fue genial, así como las fotografías, que viéndolas 8 años después, no están nada mal, lo que demuestra que este festival es muy agradecido para la cámara y para verlo. Los años han pasado, ha llegado la crisis, y eso se nota también en este festival del aire, donde cada vez vienen aparatos y pilotos más cercanos a Gijón, con más hélices y menos reactores, que son unos auténticos devoradores de combustible.
Este año cambiaron un poco el orden del espectáculo, empezando con los paracaidistas de PAPEA (Patrulla Acrobática de Paracaidistas del Ejército del Aire), que solían cerrar el festival, como homenaje a los 75 años de la creación del Ejército del Aire, en 1939. Por problemas de tráfico (es duro madrugar un domingo, y mucha gente viene de fuera para ver el festival) me los perdí, llegando casi al final del siguiente show a cargo del SH-60 SeaHawk, un helicóptero capaz de destruir submarinos, y con una gran maniobrabilidad.
Ya en la playa, o mejor dicho, a la orilla de un inusualmente cálido mar Cantábrico, empezaba a surcar los cielos el North American Rockwell OV 10 Bronco, un extraño avión bimotor que no pudo participar en los dos anteriores festivales por problemas mecánicos, pero que este año logró resarcirse en los cielos gijoneses bramando mientras hacía sus piruetas.
De piruetas también sabe un rato el chillón Cessna L19 Bird Dog, con su exhibición de loopings, invertidos y giros imposibles. Sus colores azules de camuflaje hacía que de vez en cuando lo perdiéramos de vista, algo que en la guerra de Vietnam no le ayudó demasiado, llegando a ser el segundo avión más abatido de la contienda, tras el caza F-4 Phantom.
De una de las guerras más cruentas, si hay alguna que no lo sea, pasamos al mejor uso que se puede hacer de helicópteros y aviones, con los servicios de Salvamento Marítimo, con su querido Helimer, que ha salvado muchas vidas en alta mar, como con los Bomberos de Asturias, con sus unidades aéreas para apagar fuegos y rescatar personas. Mostraron lo que saben hacer en medio de la bahía de San Lorenzo, y al terminar su coordinado entrenamiento o demostración, según quieras verlo, los miles de espectadores los saludaron, a modo de agradecimiento por su arriesgado y honorable trabajo.
Pero los aviones de guerra son mucho más vistosos, ruidosos y llamativos, como demostraron el Texan T6, el C-45 Twin Beech FIO y el añejo P-51 Mustang, uno de los cazas más emblemáticos de la Segunda Guerra Mundial, cuyo característico sonido aparece en todas las películas bélicas de la época.
El Texan T6, con su intenso color amarillo, contrastaba perfectamente con el impoluto cielo azul mientras hacía loopings, invertidos y giros imposibles en un avión diseñado para aprender a volar. El clima suele ser benevolente con este festival, alejando las nubes y haciendo brillar el sol durante todo el día, que tras el festival de los aviones se transforma en día de sol y playa.
Las viejas glorias volvían a sus hangares, y era el momento para el ruido ensordecedor y las altas velocidades con el AV8 Harrier versión española, ese avión que todos conocemos porque se puede quedar estático en un punto, como si fuera un helicóptero, o porque Arnold Schwarzenegger lo pilotó en Mentiras Arriesgadas con más destreza que con la que gesticula.
Un par de pasadas a alta velocidad sobre el Cantábrico para gastar un poco de combustible, y el Harrier ya estaba listo para mantenerse inmóvil sobre el mar, levantando una gran nube de vapor, tal es la fuerza y el calor que desprenden sus turbinas direccionables.
Y por fin, tras una espera no programada debido a algún imprevisto de última hora, llegaba la Patrulla Águila, lo que todo el mundo quiere ver en un espectáculo aéreo: aviones rojos haciendo piruetas demenciales, y cuanto más peligrosas mejor. Como siempre, no defraudaron ni un ápice, aunque repitieran gran cantidad de maniobras, pero se les perdona por querer escribir mi nombre (Víctor), aunque al final decidieran que quedaba mejor un gran corazón, con flecha y todo.
Con el momento bandera de España sobre la playa terminaba una nueva novena edición de este ya mítico festival aéreo de Gijón, que la gente invariablemente dice que es lo de siempre, pero que siempre va a verlo, porque a todos nos gusta ver máquinas ruidosas voladoras haciendo piruetas, y más si es en nuestra propia ciudad y con Lorenzo brillando con fuerza.
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