Cómo sanar tu alma en Gijón
Tengo un amigo colombiano que dice que viene a Gijón a curar su alma, porque aquí logró salir de su abismo. La verdad es que yo tardé en comprenderle, supongo que por mi incapacidad para mover la cintura al ritmo de la música, recitar poesía y ver el realismo mágico tan nítido. Los latinos están a un nivel de comprensión emocional que un rudo ingeniero norteño que apenas conoce la vida le cuesta vislumbrar.
La cosa es que esa idea quedó plantada en mi. Al no comprenderla, y tener curiosidad por cómo alguien tan sabio decía eso de un sitio tan común y anodino como Gijón, exploré.

Supongo que eso hace la gente que viaja. Tiene una curiosidad, y se pone a deambular viendo a ver qué pasa. A mi me sirve, y en este curioso caso de la sanación del alma (alma entendida como la de un violín), creo que he encontrado un buen camino. Además, es gratis, y lo puedes hacer al lado de la mar. Poco más se puede pedir en esta vida.
Al lío, que me enrollo con mis movidas y así no sanamos la dichosa alma.
El viaje empieza más allá de la Lloca, la estatua que cualquiera de la zona te sabe indicar dónde está. Cada uno que escoja el sitio que más le guste. Está la playa de los nudistas, el parque de saltar en parapente, el camping, la escultura esa que parecen tazones, o el prao que le han puesto palets de obra y te cobran un montón por tomar algo con ruido de fondo. Como digo, cuestión de gustos, cada uno que escoja lo que le motiva.
El rumbo del camino es sencillo. Es ir hasta la iglesia grande que está al otro lado de la playa, caminando a tu ritmo. Es todo llano, así que esto lo hacen hasta los abuelos de 80 años, (incluso alguno trotando). La iglesia, por si quieres nombres, se llama San Pedro (el de las llaves del paraíso). Eso sí, el edificio es fake porque lo reconstruyeron después de la guerra civil. Aún así queda mono en las fotos.

Lo bueno de ir caminando al lado de la playa es que las escaleras para bajar a la arena tienen un número. Es lo que usamos aquí para quedar con los amigos, así no hay pérdida. Aunque siempre quedamos en la escalerona por simplificar.
Como esta es una propuesta para sanar tu alma, vamos a usar los números con la excusa de ir rememorando detalles de tu vida a esa edad. Si tienes menos años que el número de la escalera en la que estás, puedes soñar en qué te gustaría vivir con esa edad.
Durante el paseíto puedes pararte y hacer lo que quieras, incluso llorar. Es algo habitual encontrarse a alguien sollozando recordando al familiar perdido en la mar o la dura vida de trabajo sin fin. Lo único, tú tienes que llegar al final. Y recuerda, que se come sobre el mediodía y cuando anochece, no te vayas a liar por el camino y pases hambre. Eso no lo quiere nadie. Cuando tu estómago te pide comer, come.
Al llegar a la escalera 18 vas a tener unas buenas vistas a las bolas gigantes que hay en la Campa Torres, primer asentamiento de la ciudad. Estas bolas, dentro, tienen gas metano y no van a explotar, así que siéntete seguro. Palabrita de ingeniero.
Esta zona es muy sabrosona por las terrazas y el rincón del tostadero. Como curiosidad, hay unos personajes que van todos los días a tomar el sol (sí, en Asturias), y hasta han sido portada del New York Times. Supongo que les deslumbraría su brillo, sin ni siquiera conocerles.

Caminando por el paseo van transcurriendo las escaleras. 17, 16, 15, hasta llegar a la 12. Esta la conocemos todos porque «en la escalera de salvamento, situada en la escalera número 12, hay un niño con bañador verde que no encuentra a sus padres. Responde al nombre de…». Creo que a partir de 12 años a los niños ya no se les considera niños, y pasan a ser adolescentes. A esa edad, para encontrarles, es mejor llamar a sus amigos que a sus padres. Siempre funciona, siempre que quieran ser localizados.
A la escalera número 8 le tengo un especial cariño porque era donde muchas veces iba a la playa con mi paipo. No sabía nadar, así que me revolcaba entre las olas justo donde estaba una de las torres de salvamento (por el cotilleo, hace unos años hubo movida por el bañador de una socorrista, ni que esto fuera el Malibú Beach de Baywatch -que por cierto, que asco de playa como ves en este otro artículo-). Qué ricos estaban los bocadillos del México Lindo y los helados de verano. Ahora las cosas son más sensatas y hay varias escuelas de surf en la zona.
Caso curioso, como comenté antes, el de la escalera número 4, y es que creo que no tiene número por ninguna parte. Solo hay un termómetro optimista (creo que puede llegar hasta 50 grados), reloj, bandera, mirador y escaleras para todos los lados, por eso se llama la escalerona. Creo que están pensando en ponerle inteligencia artificial, por eso de ser modernos y tal (chiste de 2025 porque es obsesión, perdona).
Última curva de este viaje apasionante a las profundidades de nuestra alma, y aquí todo es un sindios. Se nota que llegamos al centro de la villa. Que si comida rápida (¡qué ultraje en esta ciudad!) al lado de la playa del sol, que si la pescadería municipal son las oficinas del ayuntamiento, y para colmo, hay cruces en la barandilla. Eso sí, a la mar no le vas a quitar ojo. Entre las piedras quizás encuentres cangrejitos, pulpitos, gambitas, y siempre hay bonitas vistas, de esas que te reconfortan cuando vas al gimnasio un lunes al amanecer bajo la lluvia y el frío. Quien se queja es porque quiere.

Si aquí no está curada tu alma, no sé que más quieres. Ahí está la estatua de Cesar Octavio Augusto, las termas romanas y la iglesia reconstruida. También tienes la escalera 0 y 1. Mejor dicho, 1 y 0, porque la 0 se construyó después de la uno, y hay una movida gorda con lo de empezar a contar escaleras. Los de números decimos que se empieza a contar en 0, la gente que la primera es la uno y san se acabó.
Lo chulo de este lugar es ver las grandes olas en temporales. Eso sí, ojito con acercarte demasiado que una ola se llevó a uno hace años porque se acercó con uno de los primeros móviles con cámara a hacer una foto. Creo que era inglés, y lo que se recuperó fue un brazo suyo mas allá de Bilbao. Lo mejor de hacer fotos es poder contar la historia que hay detrás de ellas. Y recuerda, con la mar, no se juega. Se navega.
Eso sí, esto es un hecho puntual y excepcional, algo insólito que solo ha pasado una vez. Lo normal es ver, cuando hace sol, a chavales saltando a la mar todo contentos. Este verano pasado vi a unos chicos, creo que de Filipinas, Indonesia, o por ahí (me cuesta diferenciar a los del sureste de Asia porque no he estado aún por allí, aunque tengo unas ganas tremendas de ir por lo que me ha contado mi amigo Ignacio Izquierdo).
Para que veas como son los chiquillos, saltan al mar y se cuelan en el Real Club Astur de Regatas, conocido como el club náutico. De manera coloquial se conoce como las piscinas de los pijos. Nunca me pregunté qué encanto puede tener una piscina al lado del mar, eso sí, ahí se rodó alguna escena de Volver a Empezar de José Luis Garci. Es una película chula, menos mal que ya está todo más limpio de lo que se ve en ella, aunque lástima que ya no haya ningún Nobel vivo nacido en España (esto es una reflexión mía tras haber visto la película y, de verdad, no me explico cómo siendo una película estrenada en 1982, reitero, no hay ningún nobel vivo nacido en España).
Que te den el Nobel suena fácil. Tu equipo científico solo tiene que demostrar una teoría científica de impacto trascendental. A Stephen Hawking no se lo dieron porque no se puede probar su movida de agujeros negros, aún, aunque los suecos abrieron la mano y se lo concedieron a su colega, Roger Penrose. Si a Juan Ramón Jiménez se lo dieron por escribir acerca de un burro y estaba empeñado en cambiar la G por la J ante la RAE, tan difícil no puede ser.
Respira.
El Elogio del Horizonte está cerca.
Esta es una obra de Chillida (que era de San Sebastián, no de Bilbo).
Una estudiante de bachiller dijo que hay 11 silencios para ser escuchados. (O algo así. Habría que buscar la noticia en el periódico local)
No sé qué es de ella, ni la conozco. Seguro que le va bien en su vida si escucha el silencio del horizonte inabarcable.
Como mis palabras están dejando de ser más hermosas que el silencio, solo me queda recomendarte este viaje.
Lo he disfrutado.
Espero que tú también lo disfrutes :-D
(Realmente, en este recorrido no hay ningún truco. En algunas culturas, en su faceta mística, a algunos individuos les gusta hacer un camino en cronología inversa siguiendo algunos referentes emocionales propios (lo que se dice vulgarmente recordar). Algunas formas que a mi me han servido son: ir a lugares en que has vivido una experiencia intensa, o un sufrimiento mortal, o cualquier otro pretexto que escogas. Tú decides si consumes una forma de decidir o usas la tuya propia).
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