La emoción de cocinar de viaje, ¡y después comértelo!
Comer es una de las cosas que más disfruto viajando. Probar nuevos sabores, descubrir platos que no hay en mi ciudad, y conocer una parte tan importante de la cultura como es la comida diaria. Por eso, soy de los que se aventuran a probar las cosas más raras de la carta de los restaurantes, a ver cómo saben (¡normalmente muy bien!); me gusta meterme en los mercados para encontrarme con ingredientes que nunca antes había visto; y, últimamente, me estoy atreviendo a cocinar por todo el mundo.

La gastronomía local se puede conocer de muchas formas. Los restaurantes típicos es la forma más directa de adentrarse en la comida del país. Está rico, es rápido y normalmente los precios son asequibles.
Pero, ¿alguna vez te has aventurado a ser tu el cocinero? Comer de restaurante está muy bien, pero ir al mercado a comprar las materias primas, cocinarlas tu mismo, y después comerlo entre todos los que hacéis el viaje, es mucho más divertido. Vamos, ni punto de comparación con sentarse a la mesa y esperar que te lo sirvan.
Los talleres de cocina, o showcookings, como se llaman a veces, son una de las experiencias viajeras que más están creciendo. Ya la he probado en varios países, como Jordania, Marruecos, Italia y España, y las sensaciones son siempre muy buenas.
Hay que tener en cuenta que no todos los talleres de cocina son buenos. Es muy importante que el cocinero involucre a todo el grupo para disfrutar de la experiencia, adaptándose al nivel de cada uno. Los hay que son auténticos Master Chefs y otros apenas cortamos las verduras iguales.

También es muy importante que el taller de cocina sea más que un mero «cortar ingredientes y tirarlos a la pota», como me paso en Petra, Jordania, donde los asistentes éramos picadoras de ingredientes en cadena, y no hicimos nada más que picar y picar, y ver cómo los cocineros lo echaban a la pota, preparaban lo más complicado y lo emplataban. Así, no.
Y otro punto muy importante, es que los platos a preparar te gusten. ¡O no! En Bérgamo asistí a un taller de cocina privado en el que preparamos tartar, pasta fresca rellena de calabacín y tiramisú. A mi el café no me gusta, por ende el tiramisú tampoco, pero del que hicimos allí, ¡ma che cosa! Incluso repetí (además de la pasta, que era algo de otro mundo).
Un punto que me pareció muy divertido, es el de ir con el propio cocinero a comprar los ingredientes al mercado. Esto lo hice en Fez, Marruecos, y si ya las medinas árabes son todo un espectáculo, comprar cosas del día a día como pollo, especias o frutas, comparando entre los puestos y regateando con el tendero, es muy emocionante y enriquecedor, pues conoces de primera mano cómo se vive allí.

En otro taller de cocina, esta vez en Santander, visitamos con el gran chef Floren Bueyes, con dos estrellas Michelín, el mercado de pescado de la Esperanza. Si ya este mercado es espectacular de por sí, por la gran calidad del género (dicen que es de los mejores del mundo, no sé si será un poco de postureo cántabro), conocerlo interpretado por un gran chef enriquece mucho más la experiencia.
Verle cómo diferencia los pescados; cómo se le van ocurriendo recetas según ve las diferentes especies; cómo se le ocurre aprovechar partes que normalmente se tiran, como el hígado de rape; y cómo charla con los vendedores, que son ya amigos de tantos días trabajando juntos por ofrecer el mejor producto a los consumidores, es una experiencia que si apetece vivirla.
Si eres un poco cocinillas y quieres aprender algunas recetas para ampliar tu acervo gastronómico, estos talleres de cocina, que se hacen en grupo, son una opción genial para cocinar, comer muy rico, echarte unas risas e incluso conocer nuevos amigos.
Eso sí, como con todo lo que se empieza a poner de moda, infórmate antes de cómo va a ser el taller: si los platos tienen más complejidad que «picar ingredientes y tirarlos a la pota», si hay la opción de ir a comprar los ingredientes, si el lugar donde se hace el taller está preparado para acoger al grupo de amigos, y si cumplen con todas las normas sanitarias.


Con mi experiencia en varios países, he de decir que los talleres de cocina que más he disfrutado han sido en Europa, tanto en Gijón y Santander, como el de Bérgamo. El de Jordania, por ejemplo, nos dieron cuchillos poco afilados y pasaron bastante de nosotros, como si fuéramos meros espectadores que veían cómo cocinaban, y eso no es divertido.
Para encontrar estas experiencias gastronómicas, puedes usar Google, buscar en las experiencias de AirBnB, explorar las experiencias de Civitatis, y consultar en blogs de viaje como este. ¡Buen provecho!
Talleres de cocina por el mundo
- Umami escuela de sabor. Gijón. Excelente centro en el que aprender platos diversos mientras te diviertes con los amigos. Muy recomendado.
- Clase de cocina española y tour por el mercado de San Miguel. Madrid. Descubre con un experto cocinero este mercado gourmet y realiza varios platos típicos españoles.
- Taller de paella valenciana. Valencia. Aprende cómo realizar este plato tan típico mediterráneo.
- Taller de pizza y helado italiano. Florencia. Dos de los platos más ricos de Italia, preparados en un lugar tan mágico como la capital de la Toscana.
- Taller de cocina griega. Atenas. Una de las gastronomías mediterráneas más sabrosas, en un taller donde adentrarte en ella.
- Clase de cocina india y comida con la familia. Nueva Delhi. Conoce la exótica cocina India con todas sus especies disfrutándola junto a una familia.
- Clase de cocina camboyana. Siem Riep. Aprenderás a cocinar amok, rollitos de gambas y más deliciosos platos camboyanos.
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