Calakmul, las ruinas mayas más desconocidas de México

Perdido en mitad de la selva, como si se tratara del escenario de una aventura de Indiana Jones. Así está Calakmul hoy en día, el mayor centro Maya del sur que se conoce junto a Tikal, el otro grande de este fascinante periodo de la historia. Como ocurre con todas estos restos arqueológicos engullidos por la selva, sólo se conoce un 5% de los 70km² que componían la ciudad, pero aún así es uno de los lugares más espectaculares que he visitado nunca.

Una pista de tierra que tardaremos más de hora y media de recorrer en coche la separa de la carretera general y de unas pocas casas desperdigadas en un claro del bosque. Los buitres que sobrevuelan la carretera y la espesa jungla son buenos indicadores de que aquí la naturaleza es la que manda, manteniendo oculta la abandonada Calakmul con sus frondosos árboles durante un milenio, hasta que en 1931 la redescubrió el botánico Cyrus Longworth Lundell mientras trabajaba en la Compañía Mexicana de Explotación, dedicada a la obtención del chicle, extraído de los árboles chicosapote.

El centro de visitantes es una pequeña caseta autosuficiente, como atestiguan los paneles solares y las antenas parabólicas, que cumple perfectamente con su cometido: recibir a los escasos visitantes que se atreven a llegar hasta aquí y ofrecer los servicios de guía, imprescindibles para conocer la magnitud de la ciudad Maya que vamos a visitar.

La placa conmemorando que Calakmul es Patrimonio de la Humanidad tanto por su valor arqueológico como natural luce orgullosa en la entrada, donde las hormigas gigantes campan a sus anchas devorando todos los restos que encuentran a su paso.

La ciudad Maya de Calakmul está dentro de la reserva de la Biosfera del mismo nombre, de más de 720.000 ha, un lugar con una espectacular biodiversidad. Hay unas 1500 especies de plantas, con un 10% de ellas endémicas, 236 especies de aves, de las cuales el 75% son residentes, 86 especies diferentes de mamíferos, y 5 de las 6 especies de felinos conocidas de México podemos encontrarlas aquí, como son el yaguarundi o leoncillo, tigrillo o margay, ocelote, puma y el impresionante jaguar, símbolo Maya por excelencia.

Con estos números, basta fijarnos un poco en los árboles alrededor del camino durante la visita para encontrar animales de lo más curiosos, sobre todo insectos.

La intensa humedad de la selva y el fuerte calor tropical hacen que este sea un lugar ideal para la vida animal, así como para la antigua civilización Maya, ya que Calakmul era el depósito de agua de lluvia de la península de Yucatán, al haber muchas lagunas en la zona. Esto también hace que el lugar huela como una bodega, aunque estemos al aire libre, o mejor dicho, dentro de un frondoso bosque.

Caminar unos cientos de metros en este entorno es cansado si no estamos acostumbrados, pero el pequeño esfuerzo es recompensado con creces ya con las primeras ruinas que se visitan, una pequeña zona residencial donde se ven las casas y se intuyen lugares tan familiares como la cama o la sala de estar.

Calakmul sólo se lleva estudiando desde 1993, por lo que los arqueólogos siguen trabajando y haciendo descubrimientos constantes en los interiores de los templos, que no podemos visitar, pero si ver en las fotografías que nos muestre el guía de los coloridos murales y tumbas que recuerdan a las civilizaciones orientales.

Tras varias zonas residenciales, cada una con sus peculiaridades, cruzamos la muralla para llegar al centro de la gran acrópolis y a uno de los mayores atractivos de Calakmul, la Estructura I, una inmensa pirámide a la que podemos subir, escalón a escalón, para maravillarnos con las vistas que hay desde la cima.

Kilómetros y kilómetros de una planicie verde de jungla que se pierde hasta el infinito, donde sólo se atisban unas pequeñas montañas que quizás marquen la frontera con Guatemala o con Chiapas, tal es la enormidad del paisaje, y la otra pirámide que sobresale sobre el vergel, la Estructura II. Curiosamente hay poco silencio, oyéndose tanto el viento meciendo las copas de los árboles como la dispar fauna que aquí habita.

Subir a lo alto de una pirámide Maya y sentir que posiblemente tú y tu grupo seáis las únicas personas que hay en el área que alcanza la vista es una sensación indescriptible, y que en pocos lugares se puede experimentar.

Conocida la Estructura I, toca repetir experiencia con la inmensa Estructura II, que con sus 55 metros de altura es la segunda pirámide más alta de México tras la de Toniná, en Chiapas. Nada más acercarse a su base te das cuenta de su importancia, pues 5 estelas te dan la bienvenida, contándote un poco de la virulenta historia de Calakmul y de sus gobernantes.

Siempre en eternas guerras con la relativamente cercana Tikal, la otra gran ciudad Maya de la época, así como con otras pequeñas ciudades, en el año 562 empieza el periodo de esplendor de Calakmul, gracias a vencer en muchas de estas guerras. Sin embargo, los tiempos de bonanza no duraron demasiado, empezando su declive sobre el 675, tras una gran derrota contra Tikal que supuso la desaparición del reino de la serpiente o Kan, que había llevado la ciudad hasta sus días de esplendor.

Una sequía de 40 años tampoco ayudó al resurgimiento de la ciudad, que vivió una larga agonía hasta que se abandonó completamente sobre el año 900, tras más de 2000 años dando cobijo hasta a 60.000 mayas.

Todo esto se sabe por las aproximadamente 120 estelas encontradas en Calakmul, unas grandes piedras que cuentan partes de la historia y con las que los reyes mostraban su poder, siendo esta la mayor colección de estelas encontradas.

Subir los 55 metros de altura de la Estructura II es un poco más complicado que en la anterior pirámide, más que por la altura por la gran separación de los escalones, y porque esta construcción tenía aposentos en sus niveles intermedios, lo que hace que tengamos que cambiar de escaleras en varias ocasiones hasta llegar a la cima, donde hay varios lugares ceremoniales, y por supuesto, unas espléndidas vistas de toda la selva tropical.

Desde aquí arriba es fácil comprender porqué Cyrus Longworth Lundell le dió el nombre de Calakmul a esta ciudad anteriormente llamada Ostetun, ya que en maya significa «dos montículos adyacentes», en clara referencia a estas pirámides que nunca dejaron de crecer mientras la ciudad estaba viva, reflejando la concepción que los mayas tenían del mundo. Hacían estelas para representar a los árboles y las pirámides eran las montañas.

Dos horas y media apenas dan para apreciar la magnitud de Calakmul, que guarda grandes misterios como por ejemplo cómo se las apañaban los mayas para alimentar a tanta gente en un terreno que no es nada bueno para la agricultura de maíz, su alimento principal.

Se sospecha que una nuez local, conocida como Ox o planta de Ramón (Brosimum Alicastrum) era lo que comían para subsistir, debido a su alta cantidad de proteínas, pero aún no hay nada claro.

Lo que si está claro es que estas son las ruinas más aisladas y salvajes de todo México, donde podemos sentirnos unos verdaderos aventureros recorriendo completamente solos esta gran ciudad mientras nos imaginamos las guerras, las fiestas, los romances, los rituales y el día a día que tuvo lugar en este pequeño claro de la jungla habitado por los Mayas.