Explorando la Laponia finlandesa en trineo de huskies (¡con vídeo!)
¡Hop, Hop! Esta fue la única palabra con la que conseguí que me hicieran caso los huskies. O igual en eso tampoco tenía el control, ya que su ansia por correr sobre la nieve deslizando el trineo sobre lagos helados, entre bosques cubiertos de merengue y bajando y subiendo montañas era un impulso muy fuerte que yo, neófito en esto de conducir trineos de perros (sólo había sido pasajero en Andorra), tenía suficiente con no estrellarnos contra un árbol.
Con Rocky a la cabeza, hermano de Rambo, empezamos suavemente la travesía por la Laponia finlandesa tras escuchar las tres reglas básicas que no puedes olvidarte: nunca soltar el trineo, pisar el freno en bajadas, y otra que no me acuerdo (¿igual nunca soltar el trineo?). Nos esperaban 30 kilómetros por delante de mucha nieve, paisajes repetitivos en los que siempre encuentras algo único, y de frío, mucho frío, que para algo estábamos en el círculo polar ártico.
Los trineos están pensados para dos personas, y a mí me tocó el primer turno como conductor suicida, ya que según Valentijn, nuestro guía-musher-yeti de las nieves, los hombres nos imponemos un poco más ante los perros, cuyo mayor deseo es correr, correr y correr. De pasajera iba la surcoreana del grupo de 6 intrépidos exploradores, Hyesun, que por lo menos no gritaría demasiado de pavor con su pequeña vocecilla.
Al principio las cosas fueron muy bien. Los perros hacían la mayor parte del trabajo siguiendo a la distancia indicada al trineo de delante, las curvas eran suaves, y el paisaje me estaba asombrando. Nunca había visto nada tan blanco, con los pinos retorciéndose bajo el peso de la nieve.
Como siempre, en la calma antes de la tormenta son todo risas y buenos recuerdos. En pocos kilómetros llegó la oscura noche, donde ni siquiera estaba presente la luna, y en ese momento entendí la pequeña broma que se traían los finlandeses con las luces frontales. «Te ponemos la luz para que creas que sabes por dónde vas«, nos decía el único miembro finlandés del grupo, Henri, ya que el guía es un Alemán criado en Sudáfrica venido de Rusia que trabaja en Finlandia con sus queridos perros. Volviendo a lo de la luz, efectivamente, sentía los árboles arañándome los brazos y golpeándome la cabeza antes de que fuera capaz de verlos con mis congelados ojos.
Aun así, los perros hicieron un buen trabajo, algunos más que otros, lo que motivó un cambio de animales para que nuestro trineo tuviera un poco más de fuerza. O de ganas de correr.
Esto era otra cosa, con las incipientes montañas, se agradecía la frescura de Skoda. Íbamos a necesitarla ante la temida ascensión, a la que llegamos justo en ese momento en que Hyesun dejaba de lado la cortesía asiática y no paraba de quejarse de que tenía frío. Nada como subir corriendo una montaña empujando un trineo para entrar en calor, oiga. Exhaustos tras el inesperado esfuerzo por nuestra parte, tocaba el cambio de conductor. ¡Y empezó la hecatombe!
Tenía razón Valentijn con eso de que los perros necesitan firmeza, pues aunque Hyesun pusiera todo de su parte, eso no evitó que se cayera dos veces del trineo en sendos baches. Y ahí estaba yo, de aterrorizado pasajero en un trineo con 6 huskies locos corriendo en mitad de la noche sin rumbo alguno. La suerte estaba echada, y sólo podía hacer conjeturas sobre contra qué árbol me iba a estrellar. El trineo volcó en una curva y a los pocos metros quedé abrazado a un pino. Literalmente. Menos mal que la nieve es blandita y la indumentaria estilo muñeco michelín evita que te hagas daño.
Tan sólo quedaban 2 kilómetros para la meta, pero Valentijn decidió que era mejor que volviera a tomar los mandos, ya que era una zona complicada y yo por lo menos me mantenía agarrado al trineo.
Por fin llegamos, en mitad de la nada, a nuestra humilde pero lujosa cabaña. Una de tantas que usan los montañeros y cazadores para alojarse, y que se puede alquilar libremente. Tenía de todo: chimenea, cocina, camas en abundancia, y fuera la letrina y la imprescindible sauna finlandesa, alimentada por madera por supuesto. Ni rastro de electricidad (decían que había un generador, pero posiblemente no funcionase por el frío), de Internet ni de cualquier otra cosa superflua. ¿Quién necesita wifi cuando está en una cabañita iluminada por velas en mitad del bosque?
Merendamos como campeones antes de encargarnos de los perros, a los que tuvimos que dar su propia cena (5.500 kcal engullen al día para estar fuertes y correr como alma que lleva al diablo), quitarles los arneses, los botines, e incluso prepararles la cama con paja. Ellos, felices por haber llegado rápidamente al destino, tan sólo buscaban nuestras caricias y jugar con nosotros, algo que, por lo menos en mi caso, hice en abundancia. ¡Los 6 del grupo no dábamos a basto a repartir mimos!
Terminado el «duro» trabajo de encargarse de los adorables huskies, era nuestro pequeño momento de ocio, con la sauna finlandesa como principal entretenimiento. ¿Qué hacen un finlandés, un japonés, un británico y un español desnudos en una sauna? Pues asarse como pollos. Tras el fresco invernal de la Laponia (sobre -10ºC), se agradece estar a los 70ºC u 80ºC de la sauna. Como dicen en Finlandia, la sauna es para disfrutarla, y no hay que seguir un reloj al estilo alemán. Si tienes mucho calor, sal a revolcarte en la nieve. Si tienes frío, entra en la sauna a seguir asándote. Fácil y sencillo. Únicamente eché de menos una cerveza, acompañante habitual en estas largas sesiones de contrastes.
La medianoche se acercaba, aunque desde muchas horas antes era noche cerrada, señal de que teníamos que irnos a dormir tras una copiosa cena donde el plato principal era el reno (qué si no). 8 horas teníamos para descansar embutidos en nuestros sacos de dormir, preparados para resistir temperaturas de -30º y acampar a la intemperie. A media madrugada ya lo tenía por las rodillas, del calor que daba.
El gallo anunciaba un nuevo día (es un decir, porque ni había gallos ni era de día), así que antes de preparar a los perros y desayunar, había que esperar, cámara en mano, al sol del amanecer. Perezoso, como si también estuviera congelado, fue asomándose poco a poco, en una hora azul interminable y que nos acompañaría durante el resto del día. Unas 4 horitas de nada.
Media hora después del horario previsto («Os conozco muy bien a vosotros los fotógrafos, ¡sólo pensáis en hacer fotos!«, nos decía Valentijn), estábamos preparados para comenzar el camino de vuelta, otros 30 kilómetros por un recorrido diferente. Acababa de amanecer, así que ahora veríamos algo. Falta nos iba a hacer, pues ya en la primera curva todos volcamos el trineo. Ya sabes, estos perros miran que tengan espacio para pasar ellos, no para el trineo que arrastran y en el que van dos sacos de carne de los que hay que desprenderse a la mínima oportunidad para correr aún más.
Y qué decir del paisaje. Si el día-noche anterior se había intuido asombroso, hoy lo confirmaba con los intensos fulgores naranjas del sol de invierno. Veía fotos por todos lados, pero teníamos que llegar antes de que cayera la noche, así que las paradas eran contadas. Una en el bosque, otra en el lago helado, otra en lo alto de la montaña, otra delante de este árbol tan raro, y ya habíamos perdido a la cabecera. Menos mal que los huskies conocían el camino y cogían los cruces sin titubear.
A medio camino volvió a tocar el cambio de conductor, y Hyesun tomó de nuevo los mandos del trineo. Esperaba que con mucha mejor fortuna que el día anterior, por el bien de mi integridad. De pasajero por fin podía hacer fotos y vídeos con mayor seguridad, por lo menos lo que la cámara resistiera sin congelarse, algo que ocurrió al cuarto de hora.
La temperatura estaba bajando rápidamente, y si el día anterior estábamos a -10ºC, ahora estábamos acercándonos a unos gélidos -25°C. La única diferencia entre ambas temperaturas es que a -25ºC te congelas más rápido, algo que empezaba a notar en los dedos y pies, así que tenía que moverme todo lo que pudiera para mantener el calor. No era fácil encajado dentro del trineo, con dos mochilas entre las piernas y cubierto de nieve, pero hacía lo que podía. Valentijn notó el acusado descenso e hizo una parada técnica para ver si presentábamos signos de congelación en la cara (puntos blancos en mejillas o nariz), y ofrecernos bebida caliente, que se podía enfriar en el momento con un poco de nieve virgen.
Esto nos dio el impulso necesario para los dos últimos kilómetros (mejor dicho, nos ayudó a llegar un poco menos congelados mientras los perros nos deslizaban por en medio de Finlandia, encargándose de todo el trabajo), hasta que por fin oímos los aullidos del resto de los huskies. ¡Estábamos en casa! Íbamos a entrar en calor, quitarnos tantas capas de ropa, y poder comer más reno y dulces.
Mi gozo en un pozo, pues antes del descanso, teníamos que cuidar de los perros, colocarlos en sus casetas, y guardar todas nuestras cosas, lo que nos demoró una hora antes de por fin quitarnos algunas capas de ropa y comer más reno y dulces.
Esta fue mi imborrable experiencia tras hacer una travesía de 2 días y 60 kilómetros por medio de la Laponia finlandesa, en la que sentí frío, calor, miedo, alegría, hambre, diversión y muchas más sensaciones que hay que vivir para poder explicarlas. Desde este día, los huskies y la laponia finlandesa tienen un rinconcito especial en mi corazón. Uno frío y cariñoso, para que se sientan como en casa.
Atraviesa la Laponia finlandesa en trineo tirado por huskies:
- En mi caso, había probado el mushing antes en Andorra durante unos cuantos minutos, pero esto no tiene nada que ver. Es como comparar oír tu canción favorita por la radio con interferencias a estar en primera fila en el mejor concierto que haya dado el grupo que la toca.
- Cuándo hacerlo: de noviembre a febrero es la mejor época, ya que es cuando están los lagos congelados y todo cubierto de nieve.
- Tarifa: hay travesías de 3 horas desde 149€. Esta travesía de 2 días con todo incluido (ropa de abrigo, comida, alojamiento) ronda los 500€.
- Reserva tu paseo en trineo de huskies bajo la aurora boreal en Rovaniemi
- Web de la empresa BearHillHusky
Amazing pictures!
Thanks!
Impresionante!!! gracias por compartir la historia y la empresa.
Acabo de ponerlo en la lista de cosas que tengo que hacer en los siguientes 2 años :D
Te va a encantar la experiencia, eso sí, abrígate bien :D
Hola Machbel! Nos has convencido, iremos a Laponia el próximos mes de noviembre y viendo las fotos, sin dudas daremos un paseo con lo huskies! Buenos viajes!
Hola Stefano! Lo vais a pasar genial, Laponia es un lugar genial y veréis como no hace tanto frío. Y de los huskies, una de las mejores experiencias que podéis hacer. Buen viaje!