Viaje por la Asturias más accesible (fotografiando desde una silla de ruedas)

Las excusas no valen para nada. Y menos para impedirte viajar, si es lo que quieres hacer. Pensarás que el dinero es el gran problema para no poder viajar tanto como te gustaría, pero a mí me parece una excusa muy fácil para quedarse en casa. Estar discapacitado, no poder desplazarte por tu propio pie, resulta un problema mucho mayor. Insalvable en muchos casos. Hasta que llegó Miguel Nonay hace unas semanas y me dijo: «Víctor, ¿quieres recorrer Asturias en silla de ruedas, igual que hacemos los cojos?«. Claramente le dije que sí. No sabía dónde me estaba metiendo.

Asturias y Gijón accesibles

Miguel es un gran viajero que ha recorrido el mundo haciendo cualquier cosa que se le ponga por delante, sin importar que lleve toda la vida usando muletas, y desde hace unos años, silla de ruedas. Buceo, salto en paracaídas, travesía en camello por el desierto, adentrarse en el Amazonas, nada se le resiste a este viajero, que como él dice, tan sólo tiene una movilidad diferente.

Con semejante compañero de viaje, uno se apunta a lo que sea para vivir nuevas experiencias, en este caso, ir en silla de ruedas y hacer fotografías desde ella por mi propia casa, Asturias.

Entrando a la cuevona
En un baño accesible

Viajar sobre ruedas… de tu propia silla

El plan era estar tres días recorriendo el oriente de Asturias y Gijón, haciendo lo mismo que cualquier turista: visitando villas tan bonitas como Lastres o Ribadesella, conociendo una fábrica de hacer embutidos, aprendiendo en museos como el de los Dinosaurios (MUJA) o en el Acuario de Gijón, y por supuesto, relajándonos en el centro termal Talaso Poniente.

Como aventura, llegaríamos a volar sobre el Paraíso Natural en paramotor. Un programa muy completo que seguro iría sobre ruedas (perdón por el mal chiste, no pude evitarlo).

Pero antes de nada, di la bienvenida a mi nuevo transporte personal y me senté en él para ir haciéndome a su manejo. ¡Qué alto está todo! Soy como un niño, la gente es gigante. Fue lo primero que pensé, antes de ponerme a rodar por el abaldosado suelo del hotel.

Tras el shock por el cambio de perspectiva, puse mis manos enfundadas en guantes sobre el aro de las ruedas y empujé. ¡Qué rapido se mueve esto! Me sentía como en un kart, aunque los compañeros de viaje casi me tenían que esperar para que pudiera ir a su lado, tal era mi lentitud. Igual tenía que darle más fuerte. Voy a probar.

¡Un caballito! ¡He hecho un caballito! Buff, esto es un p*to peligro, ni me quiero imaginar cómo será por medio de una ciudad, con los bordillos, las baldosas de forma irregular, los agujeros, las prisas y el tráfico loco. Iba a ser un viaje por Asturias muy diferente.

Tracción manual
Tiranosaurios Rex en el MUJA
Visitando el puerto de Lastres
Ruedas y más ruedas

La primera visita, la fábrica de embutidos de Naveda, ya me dio miedo con la inmensa cuesta que tenía que bajar para llegar del coche a la puerta. O eso me parecían a mí los 10 metros de bajada al 15% de inclinación, un pequeño Angliru. Quería bajar sin ayuda, para ir acostumbrándome a la silla de ruedas, y sorprendentemente, llegué a la puerta sin mayor problema, sólo con un poco de cuidado.

La visita transcurrió sin problemas, al igual que en el Museo del Jurásico (MUJA), que está totalmente adaptado. Aquí descubrí una pequeña ventaja de ir en silla de ruedas: durante las explicaciones estás cómodamente sentado en primera fila, por lo que se puede escuchar mejor.

Eso sí, no sería todo tan idílico. Ya en el mirador de San Roque, el balcón a Asturias más bonito, necesité ayuda para llegar hasta la barandilla, porque el bonito y resbaladizo suelo de pizarra no está bien mantenido, faltando varias baldosas, que se convierten en pozos insalvables por las pequeñas ruedas delanteras de la silla. Es curioso cómo andando no te percatas de estas pequeñas cosas que hacen que un 10% de la población no pueda acceder a lugares tan únicos por sus propios medios, aunque sean tan sólo 10 metros de camino.

Conociendo la Ciudadela de Celestino Solar
Asturias desde el mirador de Luces
Paramotor adaptado

Rodando en la jungla de cristal

En Ribadesella tuve mi primera toma de contacto con la silla de ruedas en una población, en ese caso un plácido pueblo pesquero que, a media mañana, estaba muy tranquilo, a no ser por el gran enemigo de cualquier cosa con ruedas: los bordillos. Casi todos eran amplios y suaves, fáciles de superar con la silla, excepto uno que se les debió de olvidar arreglar, y que además de puñetero, era feo.

Ya sabes, esos bordillos que apenas han cortado en bisel para simular una pequeña rampa, pero que distan mucho de ser accesibles por su gran separación con la carretera. Subirlo era posible con un caballito (para algo tenía que valer hacer el tonto), pero bajarlo, ¡misión imposible!

Casi caigo de morros intentando superarlo solo, menos mal que puedo usar mis piernas y eché el pie para no caerme. Si llego a estar discapacitado e ir sin prestar atención, me habría dado un buen golpe en una situación aparentemente tan sencilla como cambiar de acera.

Menos mal que bordillos puñeteros y feos me encontré pocos, tanto en Ribadesella como en Gijón, aunque haberlos, sigue habiéndolos. Como las meigas.

Lo que más disfruté con la silla de ruedas fueron las inmensas calles peatonales de Gijón, tanto a la vera del puerto deportivo como de la playa de San Lorenzo. Cienes y cienes de metros para rodar a gusto, sin preocuparse por el tráfico, el molestar a los demás peatones, ni tener que mirar si el bordillo es bueno o puñetero y feo.

Incluso, si el tiempo primaveral hubiera acompañado, podríamos habernos bañado en la playa de Poniente, que es totalmente accesible tanto para personas con movilidad reducida como para ciegos. Una novedad para el verano de 2015 y entre los pioneros de España para aumentar la accesibilidad de las playas urbanas.

Superando barreras
Mesas a la altura de la cabeza
Fuente potente
En silla o de pie

Sangre, sangre, quiero ver sangre. ¿Con lo torpe que eres, no te caíste ni una sola vez de la silla de ruedas?

Tres días en silla de ruedas dan para unas cuantas experiencias, entre ellas la de probar el sucio suelo. Antes comentaba que pude evitar un bordillo puñetero y feo «haciendo trampa», ya que eché el pie a tierra para evitar la caída, pero hubo otras veces que ni haciendo trampa me pude evitar el golpe.

La primera fue, cómo no, haciendo el tonto bajando una cuesta, y aunque tuviera la suerte de poder echar el pie al suelo ante un problema, si vas hacia abajo rápido y sacas el pie, lo único que consigues es caer de morros y que la silla de ruedas te quede puesta a modo de caparazón, eso si no vuela sobre ti.

Espeluznante, ¿no? Está visto que hacer temeridades con la silla de ruedas tiene sus consecuencias. Por suerte, no me pasó nada más allá de unos pocos rasguños y el orgullo herido, aunque nada que ver con el siguiente accidente.

Pongámonos en situación: Estaba en el Acuario de Gijón, ya totalmente acostumbrado a la silla de ruedas y, según todo el mundo, desenvolviéndome muy bien sobre ella.

Tenía que entrar en el ascensor para bajar de piso, y no se me ocurrió mejor idea que entrar de espaldas. Grave error.

La insignificante separación entre el ascensor y el piso bloqueó las ruedas grandes de la silla, e inteligente de mí, se me ocurrió impulsarme apoyándome en el ascensor, en vez de sujetando las ruedas. El resultado, como puedes ver, muy gráfico.

¡Te lo dije! Vas como un loco

Conclusiones tras viajar en silla de ruedas

Es complicado, pero se puede. Incluso en una región tan accesible como Asturias, causa una gran impotencia cuando ves que el lugar que quieres visitar lo tienes justo delante de las narices, pero no puedes llegar hasta él sin ayuda por culpa de un pavimento mal diseñado y mantenido, un bordillo puñetero y feo, un botón al que no llegas, un mostrador tan alto que no se te ve, o una furgoneta que no encontró un lugar mejor para descargar la mercancía.

Pequeñas cosas que a los que andamos nos pasan desapercibidas, pero que para otras personas son barreras insalvables aunque muy fáciles de arreglar.

Por eso, tras compartir este viaje con Miguel, no puedo más que admirarlo por su alegría y vitalidad para viajar donde muchos otros se han dado por vencidos sin tener que enfrentarse a tantas dificultades diariamente, incluso para lo más mundano, y que me demuestra una vez más que si se quiere, se puede.

Así que déjate de excusas, ¡y viaja!

Muchas gracias a Onofre y Alba de Turismo de Asturias, Miguel y Javier de Viajeros sin Límites, a Cristina Garbancita y a todos los que hicieron posible esta extraordinaria experiencia

Lugares accesibles visitados:

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  1. Mil gracias Víctor por tu implicación y ganas de viajar de una forma diferente. Gracias también por ser tan buena gente y por tu profesionalidad.
    Has contado tu viaje por Asturias en silla de ruedas tan bien, que si no lo conociera me iría ahora mismo. Como además la conozco, prometo volver en unas semanas jajaja.

    Seguro que a partir de ahora viajarás de forma diferente, mirando más al suelo y a esos bordillos que a veces son bordes.

    Un abrazo muy grande y de nuevo mil gracias

    Miguel.

  2. Para entender a los demás tenemos que ponernos sobretodo en su piel y eso es lo que has hecho Víctor, entenderlos, vivir como ellos, ver su mundo con tu mirada y sobretodo … tener total empatía.
    Debe haber sido duro y a la vez gratificante tener ante ti el reto de que tu día fuera «de otra manera» y que bien reflejado porque eres un gran fotógrafo.
    Por otro lado, la compañía de Miguel es de auténtico lujo!
    Da gusto ver que se pueden hacer tantas cosas en este mundo y que cada día hay que aprender de los demás.

    • Totalmente de acuerdo, uno nunca termina de aprender, y si es con experiencias que permitan ayudar un poquito a los demás, entonces mucho mejor.
      Un saludo!

  3. Estupendo ejemplo, como comentais, hay que ponerse en la piel del otro. Desde mi Web, pretendo ir aconsejando, denunciando, etc..sobre posibles soluciones, gracias por este post, lo comparto¡