Paseando por el sur de Francia, Narbonne y Gruissan

El sureste francés, bañado por el mediterráneo y donde se encuentra Perpignan, también cuenta con una costa de extensas playas y pintorescos pueblos, todos ellos con un marcado estilo francés, en el que destaca la belleza y lo tranquila que parece la vida en ellos.

Narbonne (Narbona en español) es el primero que llama la atención nada más verlo en el mapa, con su considerable tamaño y la proximidad al parque natural costero. Aunque mi parada en Narbonne fue de compromiso, ya que no tenía previsto parar en él, la carretera atravesaba todo el centro de Narbonne, y lo que veía me gustaba, así que no tuve más remedio que parar el coche y dar una vuelta por el casco antiguo.

El largo paseo a la rivera del río nos guía hasta la plaza del ayuntamiento, al lado de la catedral Saint-Just-et-Saint-Pasteur, una imponente construcción, siendo la tercera catedral más alta de Francia, custodiada por lasgárgolas y con un interior que destaca por sus grandes vidrieras, aunque sea una catedral bastante oscura. En dicha plaza se descubrieron hace unos años restos de la Vía Domitia romana, lo que nos da una idea de la importancia histórica que tubo Narbonne.

Muchas cafeterías y creperíes veremos en Narbonne, aprovechando su clima mediterráneo, antes de seguir el camino hasta Gruissan, verdadero destino del viaje. Esta pequeña villa, a orillas del mar mediterráneo, es uncentro vinícola con denominación de origen, y un selecto destino turístico, aprovechando las largas playas dentro del parque natural.

Aún con el turismo de la zona, Gruissan mantiene su identidad, sin estropicios urbanísticos como los ocurridos en la costa levantina, siendo un placer pasear por las estrechas calles repletas de pequeñas casas que no levantan más de dos pisos. En el centro encontraremos de nuevo una gran cantidad de terrazas y creperíes, así como de pequeñas tiendas.

En lo alto de Gruissan está la torre Barberousse‎, o mejor dicho, la media torre de Barberousse‎, custodiando todo el pueblo. Tras subir un montón de escaleras para llegar a lo alto, disfrutaremos de unas magníficas vistas a las viñas, los lagos que rodean al pueblo, las salinas, y al mar mediterráneo, siempre tan azul.

Esta parte de la costa francesa cuenta con grandes atractivos para el visitante, como son estos pueblos, aunque también están las zonas de sol y playa, como por ejemplo Cannet-en-Roussillon (plagada de campings) o Le Barcarés (plagada de yates) y las áreas industriales como Port-la-Nouvelle.

Hay para todos los gustos, y siempre construido con buen gusto para ser lo más respetuoso con el entorno y con sus habitantes.

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