Manifestaciones por el mundo. Otra cara de los viajes
El mundo está convulso. Es tiempo de nuevos aires, de nuevos ideales, de rebelarse contra el poder establecido. Y una de las formas que tenemos los ciudadanos de expresar nuestro descontento e ideales es a través de las manifestaciones, la forma de protesta civil que es el pan de cada día en muchas ciudades. Durante mis viajes me he encontrado con numerosas protestas. Desde México a Bolonia, pasando por Madrid o Barcelona, parece que las manifestaciones me persiguen allá donde viajo.

La primera gran manifestación de estos «años en crisis» que presencié fue en Lisboa, por casualidad, como siempre ocurre con estas cosas. Estaba en el turístico mirador del ascensor de Santa Justa, cuando empecé a oír un fuerte ruido proveniente de la Avenida da Libertade, que más o menos se ve desde ahí arriba. Entre los resquicios de los árboles se podía ver la gran marea de gente que bajaba por la avenida manifestándose contra la Troika, que al lema de «Que se Lixe a Troika» («Que le jodan a la troika»), pedían el fin de las políticas de austeridad.
La marcha terminaba en la principal plaza de Lisboa, las Terraças do Paco o Plaça del Comercio, donde se congregaron unos 800.000 portugueses, siendo esta del 2 de marzo de 2013 una de las manifestaciones más multitudinarias de Portugal, pero que tampoco parece que cambiara mucho las cosas.




Los meses fueron pasando y mis pasos me llevaron a Barcelona, donde coincidí con varias manifestaciones, una o dos cada día, con temas como las preferentes, la crisis, los derechos de la mujer o la precariedad laboral. En la de los afectados por las preferentes, donde se manifestaban muchos ancianos en las Ramblas, unos extranjeros, creo recordar que de Gran Bretaña, me preguntaron a qué se debía la manifestación. Cuando se lo expliqué, no podían creerse que un banco fuera capaz de hacer eso y que un gobierno lo permitiese.
Antes de llegar a la mega protesta que viví en México D.F. estuve en Gijón, donde vi la tradicional manifestación del 1 de mayo, con motivo del día del trabajo, y que va acompañada por el consabido día festivo, y en Madrid, en la que me crucé con una pequeña protesta por las víctimas del franquismo, olvidadas impunemente por todos los gobernantes.
Volviendo a México, en octubre de 2013 presencié la masiva acampada del gremio de los profesores (CNTE), que llevaban dos meses acampados en la plaza del Zócalo, la principal del país, mostrando su descontento contra la reforma educativa. Cuando la policía los desalojó violentamente, se asentaban a los pies del Monumento a la Revolución, lugar en el que establecieron un ordenado campamento en el que vivían miles de personas, al estilo del 15-M en Madrid, pero mucho más grande y mejor organizado. Una pena que al final no se llegara a grandes cambios con esta mega protesta.




Tras México, volví a encontrarme con más manifestaciones en Barcelona, donde dicen que siempre hay alguna por delante de la plaza de San Jaume, y hasta en la ciudad italiana de Bolonia me crucé con otra.
Los tiempos están cambiando, que diría Bob Dylan, y aunque resulte descorazonador ver que muchas veces las manifestaciones parece que no influyen en nada, en el fondo creo que sirven para algo más allá del «desfogue» del personal y la palmadita en la espalda de los dirigentes que apoyan la democracia.
La línea está pintada.
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