Ibiza después de la fiesta

La mayor de las islas Pitiusas no supera los 50 kilómetros de longitud, es pequeña y fibrosa, está llena de vitalidad. Incluso en temporada baja, época en la que supones que pueda sentirse como una isla fantasma. Pero te sorprende.

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Es Vedrá desde Cala d´Hort

Roca y pinos. Arena y aguas cristalinas. Posidonia. Estas son sus características naturales, pero no las únicas. Hay muchas otras que le son otorgadas a través del esfuerzo humano, como la música, la artesanía local, los alimentos típicos, o los deportes acuáticos, entre otros.

Hasta hace bien poco, Ibiza se había erigido como símbolo de la fiesta nocturna y los atardeceres en la playa. En eso podemos decir que es reina indiscutible. No obstante, el despreocupado comportamiento de los turistas visitantes, unido a la temporalidad a la que se están viendo abocados la mayoría de trabajos de la isla, cada vez más relacionados con el turismo, están dañando Ibiza y su gente trata ahora de sanar y preservar su hogar.

Ibiza no hay más que una, y el turismo, aunque tiene sus puntos positivos, también debe ser concienciado, pues es fácil maltratar y ensuciar un lugar en el que se está de paso (que es lo que hacen gran parte de los turistas, en su casa no tiran la basura al suelo) y la isla sufre las consecuencias de este tipo de visitas. Por eso sus habitantes quieren regenerar los sistemas dunares de sus playas, mantener la limpieza de sus parajes naturales, ser sostenibles, promover los productos de kilómetro cero y depender más de actividades deportivas, acuáticas y de exterior que sean benignas para y con el entorno, aprovechándolo sin explotarlo.

Faro de Sant Antoni
El gato de Es Vedrá

Plagada de pequeñas carreteras, con poco o ningún arcén, llenas de curvas que atraviesan bosques enteros de pinos y estando muchas de ellas (saliendo de las principales) sin asfaltar, uno no se aburre conduciendo. Las distancias no son tan largas como para que resulten agotadoras (de un extremo a otro de la isla debe de tardarse una hora, aproximadamente), pero sí agobia un poco la cantidad de tráfico que se encuentra para una isla tan pequeña. El aparcamiento es también muy limitado y, en eventos como puede ser la fiesta de los tambores de Benirràs, en el que se junta mucha gente en una playa alejada de núcleos urbanos, los coches inundan los parkings e inventan aparcamientos en los arcenes, complicando el paso por la carretera.

No obstante, no deja de merecer la pena acercarse a disfrutar del ambiente positivo, chispeante de energía y a la vez despreocupado y relajado, desinhibido, que se siente allí, viendo a músicos experimentados que llevan los ritmos en el ADN compartir su conocimiento con novatos ansiosos de fundirse en sus compases. Al final, justo antes de que se vaya el sol, todos los corazones en la playa de Benirràs palpitan al mismo tiempo.

Atardecer desde el salinar
Fiesta de los tambores en Benirrás

Las calas ibicencas son todo un placer. Muchas de ellas, casi inaccesibles desde tierra, se las puede alcanzar en kayak. Es otro modo de conocer la isla, a la vez que se socializa con gente muy amable y preocupada por el entorno marino, que te descubre el pasado encantadoramente humilde de sus pescadores, las hermosas cuevas naturales a las que puedes acceder y las ingeniosas construcciones con sus raíles de madera, para mantener a salvo las embarcaciones. Además, se aprende a valorar la importancia de la posidonia. Estas algas son otro de los atractivos del fondo marino que rodea la isla, y bucear en aguas tan transparentes y llenas de vida constituye uno de los grandes reclamos de la cara más amable de Ibiza.

La risa y las buenas vibraciones se perciben por todas partes, pero se experimentan en gran medida aprendiendo a mantener el equilibrio en una tabla de Stand Up Paddle, mientras la corriente te empuja hacia un lado, tu instructor te llama desde otro y sientes cómo la superficie marina ondea tratando de hacerte caer, cambiando la secuencia de leves olas desestabilizadoras y poniéndote a prueba, como un toro mecánico de una atracción del Lejano Oeste.

Ciudad de Ibiza al atardecer
La escalinata en Ibiza

Y es que Ibiza entera te pone a prueba. La escalada es otro reto del que se obtiene una satisfacción personal inconmensurable, además de una visión diferente de sus hermosos paisajes. Todo ello no quita para que te lleves un buen repelente de mosquitos, porque pican… ¡Y bien!

De la comida, casi prefiero no hablar, porque hace que me acuerde de ella y añore el alioli tan especial que preparan, esos postres caseros tan sabrosos como la greixonera o el flaó (es que se me cae la baba de pensarlo), los cocidos, que parecen fuertes y pesados y, aunque son contundentes, resultan muchísimo más livianos y empachan increíblemente menos de lo que a primera vista parece. Cada uno debería descubrir los platos ibicencos por sí mismo, sin que nadie arruine la sorpresa.

Monumento a la época Hippie de Ibiza
Mercado Hippie de Punta Arabi

El agua es un medio en el que tendemos a sentirnos extraños y patosos, como es normal. Pero, como en el agua, una vez que nos vamos acostumbrando, la respetamos y entendemos, comienza a resultarnos más atrayente: sus maravillas y sus secretos, todo lo que nos tiene que enseñar. Ibiza es casi más agua que tierra. Como el agua, nos sorprende, nos conciencia y nos seduce. Y su gente parece que absorbe esa magia y está dispuesta a compartirla con los visitantes, sobre todo con aquellos dispuestos a escuchar, a compartir y a mejorar.

Atardecer desde Benirrás

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    • Eso diselo a los millones de turistas que nos visitan . Por algo es de los dos primeros destinos turisticos del Mediterraneo. Y que narices podemos hacer los mallorquines sin coches? si por mi fuera eliminaria tambien los hoteles y todas las aurbanizaciones de lujo que estan dañando la costa