Glasgow, primera parada en Escocia

El viaje a Escocia no podía empezar de peor forma. Al embarcar al avión todavía no sabíamos como llegar desde el aeropuerto de Prestwick hasta Glasgow (gracias Ryanair por volar a aeropuertos secundarios a 50 kilómetros de la ciudad), y la web del aeropuerto decía que no había ni buses ni trenes. El coste de un taxi se salía sobremanera del presupuesto, así que barajábamos el dormir en el aeropuerto hasta el primer autobús a las 5 de la mañana.

La necrópolis y la catedral de Glasgow

Las 2 horas y media de vuelo desde Málaga hasta Prestwick transcurrieron sorprendentemente bien, con pocas molestias por parte de Ryanair y sin mucho temor a que nos encontraríamos. Desembarcando a toda velocidad, preguntamos por como ir hasta Glasgow, y para nuestra alegría había bus cada hora de noche. Novedad desde el 10 de junio de 2013, 8 días antes de nuestro vuelo. Todavía no les había dado tiempo a renovar la web.

Pero aquí no termina la mala suerte. Ya en Glasgow, el taxista medio dormido nos llevó hasta nuestro hotel, no sin antes equivocarse de Ibis, y eso que le habíamos enseñado la dirección exacta. Al llegar, ya sobre la 2, sólo teníamos ganas de tirarnos en la cama a descansar, pero en recepción nos dijeron que nuestra reserva ¡era para Julio!, y lo peor, es que esa noche estaban totalmente completos y los hoteles de la zona también.

¿Ahora qué hacemos? De madrugada, sin hotel y con todo el equipaje, ya nos veíamos durmiendo en la estación de tren o bajo un puente. Vaya manera de empezar las vacaciones. Nos acercamos a un hotel cercano, por supuesto lleno, y a la estación de tren, pero estaba cerrada. El McDonald´s de enfrente también acababa de cerrar. Justo en ese momento nos encontramos con un grupo de alegres jóvenes que salían de la discoteca (a las 2:30!), y al preguntarles nos dijeron que había un hostel muy mono al final de la calle.

Hasta allí fuimos y !eureka! Tenían una habitación libre, aunque un poco cara, pero que nos serviría para esa noche. Por fin podíamos dormir algo, para al día siguiente levantarnos, prepararnos y volver al Ibis, que resultó estar muy bien para el precio que tiene.

El resto del día lo dedicamos a conocer Glasgow, una ciudad gris y sosa, que tiene pocas cosas interesantes más allá de la Necrópolis y alguna calle animada. Ni el paseo al lado del río es agradable, vestigio de su pasado altamente industrial del que no ha sabido desprenderse. Por lo menos Escocia nos recibía con un tiempo increíblemente soleado, y descubrí que aquí la hora azul dura más de una hora y la hora dorada dura más de 2 horas.

Un paraíso para la fotografía, mientras acompañe el tiempo y no tengas que preocuparte por donde dormir.

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  1. Ay mi adorada Glasgow incomprendida… Si se rasca bajo su gris, dura y fria superfície la ciudad vale muchísimo la pena. No es muy bonita, pero la gran vida que tiene lo compensa de sobras ;)

    • Se notaba el ambiente, pero para visitar durante un día y recorrerla en modo turista, no tiene muchos atractivos. Eso sí, muy divertidos los conos :D