Al son de la música de Bolonia

«Nunca he comprendido que a alguien no le guste la música. No un tipo concreto de música, sino toda ella en conjunto. Pero el hecho de que no lo entienda, no quiere decir que no lo respete, simplemente ocurre que, para mí, la música es algo tan imprescindible en mi vida que me resulta imposible imaginar todo lo que fue, es y será mi existencia sin escuchar ni entonar una sola nota… Jamás. Por eso vivo en Bolonia».

Violines artesanales

Eso fue lo que me dijo aquella mujer a la que no conocía, mientras observábamos un clavicémbalo florentino de finales del siglo XVIII, ricamente decorado con impresionantes pinturas y detalles florales, en la magnífica Colección Tagliavini, museo boloñés en el que se exhiben instrumentos de todas las épocas que muestran la evolución de los distintos teclados hasta el piano que hoy en día conocemos.

Después de un momento de silencio, retomó su monólogo sobre la «Ciudad de la Música», de la que se había prendado hacía décadas y la cual no había ya abandonado:

«No te dejes engañar por su fama de ciudad universitaria, pues cuando la conoces un poco mejor, comienzas a apreciar de verdad toda la profundidad de la que goza más allá de fiestas, juergas y bullicioso turismo. ¡Si es que el conocimiento es uno de sus grandes motores!»

Colección Tagliavini y su regente

Seguimos avanzando por silenciosos pasillos, pasando junto a clavecines, espinetas, clavicordios, pianolas y muchos otros ingenios musicales de varios siglos, todos distintos, cada uno con su propia historia. Y mientras tanto, aquella mujer seguía relatando en voz baja pero emocionada:

«Está claro que este museo ya lo conoces, de no ser así, no estaríamos teniendo esta conversación —rió—. Yo vengo siempre que puedo, al menos una vez al mes. Todos estos instrumentos los conozco casi como si fueran íntimos amigos. ¡Oh, y también vengo a los recitales de música, las conferencias, las charlas…! Es una maravilla. Hay otro museo, más general, sobre la historia de la música, el Museo Internacional y Biblioteca de la Música de Bolonia. Y no se quedan cortos en cuanto a teatros, auditorios y demás. Gracias a esta ciudad, descubrí a uno de mis pianistas favoritos: Grigory Sokolov —asentí mientras recordaba la última vez que había tenido la suerte de disfrutar de la música de aquél hombre—».

Estrellas del Jazz en Bolonia
Pianos de la Colección Tagliavini

En un momento en el que ella quedó callada, admirando antiguas partituras, fui yo quien comentó:

«He notado que aquí aprecian mucho el Jazz, tanto que tienen una calle del Jazz o strada del Jazz. Pretendo acercarme a pasear por ella, pues tengo curiosidad sobre qué nombres han colocado».

«Son dos» me susurró.
«¿Disculpe?»
«Dos calles, aunque se denomine en singular, «calle»: via Caprarie y via Degli Orefici. Y solo colocan estrellas de quienes hayan estado en Bolonia y hayan contribuido a la historia musical de la ciudad. No esperes ver músicos, por muy mundialmente famosos que sean, que no hayan pasado por aquí».

Le agradecí la explicación y volví a guardar silencio, dejando que me detallara aspectos interesantes de los últimos y variopintos conciertos y eventos musicales a los que había asistido. Poco más tardamos en recorrer la muestra del señor Tagliavini, con lo que ya nuestros caminos divergían. Antes de decir adiós a aquella extraña, me urgió a visitar a un luthier antes de irme de Bolonia, pero a uno muy especial llamado Bruno Stefanini. Lógicamente acepté y a la mañana siguiente ya me encontraba frente al escaparate de la tienda en la que trabajaba el afamado constructor de instrumentos de cuerda.

Partitura en piano

El interior se dividía en dos espacios claramente diferenciados. Uno como tienda en sí, con accesorios y productos relacionados de una u otra manera con la música, y otro más como taller de trabajo en el que se afanaba el maestro luthier en la perfección de sus creaciones.

Unos escasos minutos fueron suficientes para darme cuenta del vasto conocimiento en materia musical de este hombre que, antes de convertirse en creador de instrumentos musicales, ya se destacaba en modelar materiales, puesto que la escultura resultó ser su fuerte.

Como progresivamente fue explicando, que se acabara encontrando a sí mismo elaborando piezas únicas como el violín que sostenía entre sus manos, había sido cuestión de azar, en parte al menos, ya que hacia las décadas de 1970 y 1980 los boloñeses empezaron a temer que estuviera agonizando la tradición de construcción de instrumentos de cuerda que llevaba tantos siglos siendo orgullo de su ciudad. Por ello, desarrollaron cursos de 4 años de duración, muy baratos y de número reducido de aprendices, uno de los cuales fue Stefanini quien, al comenzar su nueva formación, era consciente de que desconocía casi todo sobre la música, sus instrumentos y la mayor parte del mundo que englobaba.

Taller de luthier

Pero todo eso no lo retuvo, sino que le infundió más ánimos para formarse lo mejor posible. Así es como aprendió a tocar el violín y se hizo un experto en todo lo relacionado con los instrumentos que crea, siempre al antiguo estilo boloñés, pero con toques personales que otorgan identidad a cada pieza que sale de su taller.

Ahora que ya lleva más de 35 años de experiencia en su trabajo y es uno de los cuatro, quizá cinco, luthiers asentados en Bolonia, echa la vista atrás y se enorgullece de esta ciudad en la que vive y que le ha permitido descubrir lo que actualmente es su pasión y sustento. Además, este entrañable artesano se ha convertido para la localidad, así como para muchos concertistas, en algo tan importante como el «anima» (alma, un pequeño cilindro de madera de gran importancia para la transmisión del sonido dentro de la caja de resonancia del instrumento) es para el violín.

Alma de un violín
El luthier Bruno Stefanini

Una vez fuera de la tienda, se fue conmigo el olor dulce pero suave de los distintos bloques de madera que Stefanini guardaba para sus creaciones y de los barnices que utilizaba, y también un gran respeto por una persona que se ha hecho a sí misma con tesón y pasión por su profesión. Está claro que Bolonia es una auténtica joya con muchas facetas sorprendentes y apasionantes.

Información práctica para visitar Bolonia

  • Qué visitar
    • Colección Tagliavini, Museo San Colombano. Via Parigi 5. Exquisita muestra de pianos y otros instrumentos de cuerda.
    • Archiginnasio de Bolonia, Antigua universidad. Piazza Galvani, 1
    • Calles de las estrellas de Jazz. Via Caprarie y via Degli Orefici
    • Las dos Torres (se puede subir a una de ellas). Piazza di Porta Ravegnana
    • Basílica de San Petronio y estatua de Neptuno. Piazza Galvani, 5
  • Dónde comer
  • Dónde dormir
  • Turismo de Bolonia

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