Fiestas de San Roque en Calatayud

Hay veces que la suerte se pone de mi lado, como cuando llegué a Calatayud. Faltaban poco más de diez minutos para las doce de la noche cuando, tras recorrer las calles vacías durante un buen rato, encontré el hotel donde me iba a hospedar, y no se que pasaba pero estaba todo lleno de gente. La plaza mayor de Calatayud, a una veintena de metros del parking del hotel, estaba abarrotada hasta la bandera, y es que justo aquel 16 de agosto era el último día de las fiestas de San Roque, en Calatayud, y había llegado en el momento justo para verlas.

A las 12 en punto, ya cámara en mano, prendían fuego a la traca final, que daba comienzo a la última noche de fiestas. Entonces empezó lo gordo, con todas las peñas metiendo ruido sin parar, mientras bajaban por las calles del casco antiguo hasta la avenida Cortes de Aragón, la principal calle de Calatayud, donde todas las peñas animaban la fiesta como mejor sabían. Unos tocaban cada vez más fuerte los tambores, otros hacían sus coreografías, como la del baile de la gamba, y otros incluso contaban con un maestro fiestero que sin parar un segundo mostraba todos sus bailes. El bisbal, el robocop, el torero, … y si no salía bien, pues se lo inventaba sobre la marcha.

Entre el baile y el calor la gente empieza a tener sed, y es el mejor momento para ir hasta las carpas de las peñas, donde continuará la fiesta hasta terminar con todo el alcohol de Calatayud, que según me contaron era ya muy poco, y es que llevaban ya 4 días de fiesta ininterrumpida.

Una pena que al día siguiente tuviera que madrugar y no pudiera quedarme mucho, pero ahí me queda lo bien que me lo pasé, y es que llegar a un sitio que no conoces de nada mientras está de fiestas es el mejor recibimiento que pudo darme el bonito pueblo de Calatayud.

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