El turismo sostenible no es sexy (y no es por las pajitas de papel)
En estos tiempos de saturación turística, de ciudades que parecen clones unas de otras, suenan con fuerza las voces que claman por un turismo sostenible.
Un turismo donde se produzcan muchos menos residuos, incluso ninguno. Un turismo que no aparte a la población de la zona a lugares a las afueras porque no se pueden permitir vivir en el centro. Un turismo donde los comercios sean un adalid de los buenos negocios. Un turismo, en definitiva, que sostenga tanto a los que vienen de visita como a los que viven aquí todo el año.
El problema es que todas esas buenas ideas se han quedado en pajitas de papel, vasos reutilizables y hoteles que no te cambian las toallas todos los días.
El motivo es sencillo.
A nadie le motiva la sostenibilidad.

Es algo que suena aburrido, soso, que te corta tus ganas de disfrute. Lo que se acentúa cuando estás de vacaciones, justo los días en que quieres vivir muy por encima de tus posibilidades, con buffets interminables y todo el hedonismo posible.
En vacaciones quieres gastar, quieres consumir, quieres pasarte de la raya, quieres no ser sostenible. Estás todo el año minimizando el gasto en el supermercado con los bonos descuento, buscando las gasolineras más baratas, ahorrando en la climatización de la casa, para que las dos semanas que tienes de sentirte el rey del mundo, te sirvan pajitas de papel, botellas con el tapón atado y vasos reutilizables.
Que depresión de vida.
Normal que a nadie le guste la sostenibilidad.
Ni siquiera a los más ecologistas y sostenibles, llegan a un punto de depresión donde creen que nada es posible.
El motivo es sencillo. La sostenibilidad te dice que te quedes como estás, que lo que salga se compense con lo que entra. Que no haya cambios, que siga todo con el mínimo consumo para poder sostenerse.
Que te apretes el cinturón, que seas muy meticuloso con todo lo que consume. Y con lo que no consumes también, no sea que estés creando problemas en el otro lugar del mundo por ese pedacito de chocolate que te quieres comer, pero tu conciencia te dice que no puedes saborearlo porque no es sostenible. Es abrazar una vida limitada, insulsa, aburrida, sin color.
Esto es antinatural.
La naturaleza es de todo menos limitada, insulsa, aburrida y sin color. Es un derroche de posibilidades, un desenfreno de ilusiones, una orgía de posibilidades. La naturaleza no es sostenible. Sale de su zona habitual, su zona de confort, y se expande inventando nuevos seres vivos, nuevas formas de relacionarse con el entorno, nueva vida.
Por eso no funciona el turismo sostenible.
Nadie quiere disfrutar de sus vacaciones con limitaciones absurdas. Yo, por lo menos, no las quiero así.
Como el fracaso del turismo sostenible es más que evidente, unos cuantos motivados han empezado a idear soluciones que sí sean factibles, y han llegado a un concepto sencillo, pero extraordinario.

Como todo lo bueno en la vida.
Lo llaman regeneración. En vez de limitar tu consumo para llegar a ser sostenible, el enfoque regenerativo aboga porque tus acciones, creen mayor bien al entorno. En vez de que lo que sale se compense con lo que entra, los regenerativos buscan que lo que sale aporte más de lo que entra.
En vez de un nombre, ser una acción.
Vida en estado puro.
Cuando tú tomas una bocanada de aire, puedes expulsar el aire sin más, o puedes cantar una hermosa canción que despierte las emociones de los que te oigan. O quizás gritar con intensidad para animar a tu gente. O quizás mantener el silencio para inspirar a otros. O quizás reanimar a otra persona en un boca a boca decisivo. O quizás soplar en un control de alcoholemia. O quizás comentar esas cosas que tanto te inspiran a ti y que tanta alegría da escuchar a los demás.
Las posibilidades son muchas. Los quizás, infinitos.
De eso trata la regeneración.
Por qué limitarnos a las pajitas de papel y a los vasos reutilizables, cuando hay tantas formas de conseguir que lo que consumimos aporte más al entorno que lo que extraemos de él, para quedarnos en esa mirada tan pesimista y tan agorera.
Estamos en el mejor momento de la historia de la humanidad. Ahora mismo, en 2025, vive sobre el planeta la primera generación que puede extinguir la pobreza extrema y conseguir crear modelos de sociedades que no exterminen toda la vida en el planeta, incluida la humana, por el cambio climático.
Nunca antes esto había sido posible.
Ahora, en el holoceno, es técnicamente posible, y tenemos la capacidad ejecutiva. Solo falta la intención social. Cuando esa empieza a actuar, les siguen la intención económica y la intención política.
Todo empieza desde abajo, desde nosotros, los viajeros, los turistas, las personas anónimas que queremos divertirnos sin límite durante nuestras vacaciones. Y también durante nuestra vida diaria.

Imagínate como sería un mundo donde los coches que ves circular por la calle te entusiasmaran. Donde las casas de las ciudades te cautivaran durante minutos observando los detalles de su fachada, de la estructura, de cómo sería vivir ahí dentro. Que en los restaurante pudieras probar sabores que nunca antes habías conocido. Que al caminar por la calle te parases a hablar con cualquier desconocido, porque la prisa no es la excusa para evitar conocer otra historia de vida. Que cuando viajas a lugares remotos, la primera reacción de la mayoría de las personas no sea «ese lugar es muy peligroso», si no, «ahí he oído que pasan cosas muy divertidas».
Supongo que tengo que despertarme de este sueño y asumir que nuestra vida va a quedar condenada a las pajitas de papel, a ahorrar cada céntimo de combustible y a usar productos eco sostenibles de producción justa sin ánimo de lucro que no aguantan cinco lavados.
Condenados a limitar nuestra vida cuando estamos repletos de opciones, y ver como la mayor oportunidad en la historia de la humanidad nunca se hará realidad porque no nos hemos creído capaces de, por primera vez, estar juntos a escala global para traer el futuro al presente a escala global.
Disfruta de tu pajita de papel y de las botellas de plástico con tapas atadas mientras dejas pasar la última oportunidad.




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