Los sinsentidos del destrozo urbanístico en España

Todos sabemos que el precursor de la crisis fue la especulación inmobiliaria y la construcción sin control, preferiblemente en lugares costeros en los que millones de turistas pudieran tostarse al sol durante un par de meses al año sin importar la calidad del inmueble, el impacto al entorno y si eso fuera a resultar un negocio duradero y sostenible. Lo mostraron programas como Salvados de Jordi Évole, algunos telediarios y muchos periódicos, pero no hay nada como verlo en persona para darse cuenta del magnicidio al que hemos sometido a nuestra costa.

Al vivir en el norte, donde el clima no favorece el turismo de sol y playa, esta carrera por urbanizar toda la costa se siente un tanto lejana, pero pude comprobar en mi reciente viaje por la costa de Tarragona y Castellón que, a este paso, nos vamos a quedar sin lugares naturales vírgenes en la costa, si es que queda aún alguno en el Mediterráneo.

Pueblecitos como Peñíscola, que presume de ser uno de los más bonitos de España, ve cómo en verano pasa de 8.000 a 160.000 habitantes, y para alojar a toda esta gente no se les ha ocurrido nada mejor que edificar toda la montaña adyacente al pueblo, creando un laberinto de urbanizaciones encajonadas que parece que compiten entre sí por ser la más fea, y donde no hay ni un parque o zona abierta más allá del espacio de la piscina.

El parque natural de la Sierra de Irtá presencia cómo sus límites se van encogiendo ante la avalancha de horripilantes urbanizaciones a las que sólo se puede ir en verano, ya que no son edificios pensados para el frío del invierno, al carecer de un buen aislamiento y de una calefacción mínimamente competente (la máquina de aire acondicionado como calefacción es de lo más inútil).

No hay que irse hasta casos tan extremos como el del Algarrobico, en Almería, para encontrar atentados contra el buen gusto, nuestro entorno y nuestro futuro. Este hotel de 21 plantas acumula 18 resoluciones judiciales demostrando su ilegalidad desde que se iniciara su construcción en 2003, pero ahí sigue, piedra sobre piedra, sin que desaparezca y con nuevas sentencias que desdicen a las anteriores e igual permiten que algún día abra sus puertas este mastodonte.

En Castellón, tierra más famosa por el aeropuerto que nunca entró en funcionamiento que por sus naranjas, están planeando otra nueva ciudad fantasma de cartón piedra: Marina D´Or Golf, una obra faraónica con la extensión de Valladolid que pretende dar cabida a 100.000 turistas, empleando tan sólo a 6.000 personas para ello, todo ello para que los niños sean felices en sus vacaciones. Curiosamente, el infame aeropuerto está justo al lado de este nuevo proyecto, y no de Castellón de la Plana, como sería lógico. Vaya coincidencia.

Ejemplos hay de sobra de esta fiebre donde lo importante es construir mucho, cueste lo que cueste. Apartamentos (cuanto más feos, mejor), hoteles, aeropuertos (mejor si no tiene vuelos), autopistas (paralelas a una sin peaje, mejor), puentes (a ser posible de Calatrava), etc. Todo tiene cabida, sin importar si se va a usar, y siempre buscando la máxima rentabilidad para el constructor y los políticos, pero no para los ciudadanos, que vemos cómo uno de lo tesoros más importantes de España, su paisaje y naturaleza, es vapuleado sin piedad, además de que cada vez menos impuestos se destinan a lo realmente importante, como es la sanidad y la educación.

¡Con lo fácil y ventajoso que es hacer las cosas bien!

Parte del Parque Natural del Delta del Ebro se creó en 1983 por las presiones de los vecinos, que querían frenar la construcción de una urbanización en primera línea costera y así evitar que se empezara a especular sobre los terrenos de sus cultivos. La otra parte del delta no entró a formar parte de dicho proyecto de recuperación y preservación, porque esperaban que se construyera un complejo turístico en sus tierras, pero viendo que el Parque Natural estaba reportando más beneficios que las moles de cemento y la especulación urbanística, decidieron ampliar la zona protegida en 1986, hasta cubrir todo el delta.

Desde aquellas, no se ha construido nada fuera de los núcleos urbanos, puesto que no está permitido al ser Parque Natural. Así, se nos ofrece un turismo sostenible que beneficia principalmente a los habitantes locales, dándonos la posibilidad tanto de tostarnos al sol sin agobios, como de observar aves o aprender la forma en que se cultiva el arroz, revolcándonos en el barro para recogerlo. Y todo ello en medio de un entorno natural en el que divertirnos de muchas maneras. Creo que esto es lo que más gusta a los niños, porque si hay que mancharse, seguro que es divertido.

Quizás se trata más bien de que los aburridos turistas prefieren desplazarse a sitios donde es imposible encontrar hueco en la playa a partir de las 10 de la mañana; donde tener una gamba en la ensalada es el hito gastronómico del viaje; o donde haya que esperar interminables colas para todo.

Yo lo tengo claro y me quedo con lugares como el Delta del Ebro. Serán más caros que las urbanizaciones de sol y playa, pero prefiero estar menos días de vacaciones disfrutando infinitamente más de cada momento. Y si no, siempre nos quedará Benidorm, que posiblemente es uno de los mejores modelos turísticos intensivos de sol y playa. Por lo menos no crece a lo ancho, devorando entornos naturales a su paso. Solo a lo alto.