De qué hablamos cuando hablamos de sostenibilidad 

Hoy no vengo a hacer amigos, vengo a contarte la realidad sobre la sostenibilidad en los viajes. O, por lo menos, cómo la veo yo.  

En resumen: Estamos gilipollas. 

Como te decía, no vengo a hacer amigos. 

Nos encanta hablar de cómo viajar siendo sostenibles, de cómo mantener la cultura local, de cómo disfrutar del viaje haciendo que nuestro impacto sea mínimo. 

En bicicleta viajando con la maleta

Y para eso nos vamos al otro lado del mundo a hoteles eco resort situados en selvas vírgenes, o nos dejamos embelesar por los elefantes / tigres / orangutanes / perezosos que tienen en el santuario de recuperación de estos elefantes / tigres / orangutanes / perezosos, o queremos que nos ofrezcan todas las comodidades del primer mundo, cosas que creemos básicas como agua corriente, electricidad y aire acondicionado, y que no son nada básicas en tiendas de campaña situadas en medio de la sabana africana. 

Lo dicho, todo un sinsentido. 

Lo peor es que nos encanta toda esta zarandaja de ser sostenible eco friendly chachi guachi piruleta. Como parece que el mundo no es lo suficiente complejo, lo simplificamos todo con la actitud de «yo soy sostenible» sin pensar ni siquiera en qué hacemos para ser sostenibles ni cómo tenemos que cambiar nuestro comportamiento.

Obviamente eres más sostenible cuando te puedes permitir viajar a casi todo el planeta en avión, posees una furgoneta para salir de fin de semana al campo (cuanto más lejos mejor, no sea que te cruces con excursionistas domingueros que no saben de sostenibilidad), y se te cae la baba pensando en esas piñas recién traídas de Costa Rica o en los kiwis de Nueva Zelanda. Han viajado más que tú para llegar a tu plato, pero eso sí, tú eres muy sostenible. 

Creo que se nota mi enfado ante tanta falsedad. 

Estamos muy idiotizados con toda la propaganda de las grandes empresas en este cambio de rumbo que han tomado marcado por la moda de ser sostenibles. Con buenas intenciones, con apenas impacto real.

Hasta hemos llegado a que las aerolíneas digan que son sostenibles, verdes, ecológicas. Obviamente no han llegado al punto de fardar que son cero emisiones, algo que es imposible conseguir con la tecnología actual de motores de aviones, y que no se espera que sea posible conseguir en las próximas décadas, quizás hasta el próximo siglo. 

De los cruceros, mejor ni hablar. Son el mayor estercolero flotante que existe, con niveles de contaminación en cubierta superiores al centro de las grandes ciudades. Eso sí, todos son blue, sostenibles y ecológicos porque sirven café de producción certificada y han dejado de dar latigazos a su personal. 

A ver, que tampoco estoy para hacer sangre. Bueno, igual sí.  

Es que tanta hipocresía me supera.  

Viajar es algo muy bonito, pero no es algo sostenible. Es un lujo que nosotros, los blancos ricos europeos, nos hemos tomado como un derecho.  

Qué bien sienta visitar otros lugares del mundo, aprender de otras culturas, disfrutar de otras gastronomías, tener amigos por todo el mundo y, sobre todo, poder volver a una casa con todas las ventajas del primer mundo y ninguna de las desgracias que hemos visto por ahí. 

Si de verdad quieres ser sostenible en tus viajes, esto es, tener emisiones neutras de gases de efecto invernadero, no perturbar la cultura local, apoyar a que prospere la economía local, y no ejercer un impacto negativo en el lugar al que vas, entonces quédate en casa. 

No, es broma. 

Puedes salir de casa, no soy tan extremista.  

Eso sí, igual no te gusta que te muestre cuál es la forma más sostenible de viajar.  

Atardecer sobre el mar
Atardecer sobre el mar

Primero, para ser sostenible, es que vayas a sitios que puedan soportar la capacidad de carga de que haya turistas como tú y como yo. Benidorm es un gran ejemplo. Cualquier gran ciudad en el mundo es también un gran ejemplo. Son lugares totalmente humanizados, preparados para soportar a miles, millones de humanos con todas sus necesidades cubiertas. No necesitan exhibir etiquetas de eco friendly bio sostenible ecológico. Simplemente son lugares que, por su diseño, están preparados para soportar una gran carga humana con el mínimo impacto en el entorno. 

Una casita con jacuzzi en primera línea de acantilado y sin nadie a la redonda no es nada sostenible. Es muy bonita, sí, pero no es sostenible. Sus habitantes contaminan mucho más que si estuvieran en Benidorm. Tan solo tienes que calcular el coste del desplazamiento, el impacto de llevar el agua y la electricidad hasta ese lugar, y el destrozo del entorno por construirla en un paraje tan idílico. 

Así suma y sigue con eco resorts en lugares inaccesibles, cabañas en lugares perdidos del mundo, caravanas que campan a sus anchas por cualquier sitio asfaltado o, los peores, hoteles construidos encima del coral. 

Segundo, para ser sostenible, es que emitas la menor cantidad de gases de efecto invernadero, o que compenses las emisiones. Mejor céntrate en emitir poco, que la compensación no sé yo hasta qué punto es fiable. Es mucho mejor no tener que compensar las emisiones que fiarte de que esos supuestos árboles que va a plantar cierta empresa sigan vivos dentro de 20 años para compensar lo que has emitido hoy. Ah, y ten en cuenta que el planeta es finito y cada vez está más desertizado, no se puede plantar árboles hasta el infinito y más allá. Hay un tope. 

Sin entrar en demagogias, es obvio que cuanto menos emitas, menos contaminas. Si tu pasión es tomar 4 vuelos al mes, vas a contaminar más que si tomas 2 al año. Y digo aviones porque cuando viajamos nos gusta ir lejos, muy lejos. Ir cerca en tren, autobús o incluso en bicicleta es de perdedores. Lo que funciona en Instagram es fardar de viaje a Indonesia, de posar con las esculturas de la Isla de Pascua o de hacer submarinismo en las Seychelles. Ir a Urueña, a Nantes o a Cabo de Gata queda relegado a los fines de semana en los que no sabes que hacer y no te quedan series para ver en Netflix.  

Tercero, y último punto para ser sostenible en tus viajes. Ten en cuenta que tú eres un mero turista espectador de una realidad diferente a la tuya. Te gustará más o menos lo que ves, pero tú solo estás ahí de paso. Los que se quedan todos los días son sus habitantes. Por eso piensa un poco en qué gastas tu dinero. Nosotros somos los ricos, compórtate como tal cuando sales de tu país.  

Con tu dinero votas, apoyas, mantienes lo que quieres que siga existiendo. Si participas en los tours para ver a las mujeres cuello de jirafa, estás apoyando que siga existiendo esa explotación. Si das dinero a niños para comprarles las baratijas, estás incentivando que algunos padres manden a sus niños a la calle a vender antes que a la escuela (si la hay). Tu dinero es el mayor poder de votación que tienes. Inviértelo con sabiduría, es tu mayor palanca para que el futuro sea mejor que el presente. 

Y no seas tan ingenuo de dejarte engañar por sellos, títulos bio o eco, u ONG. Si hay animales, no es sostenible. Si hay personas obligadas a estar ahí sin un contrato laboral, no es sostenible. Si hay construcciones humanas, no es sostenible. Esto es como cuando vas al supermercado a comprar comida y te fijas en que algo sea eco, bio y sostenible, mientras el producto se vende en bandeja de cartón y envoltorio de plástico. No tiene sentido. Lo realmente eco, bio y sostenible son los productos que se han cultivado cerca de tu casa, que no tienen envoltorios innecesarios (nadie le pondría un envoltorio a un plátano o una naranja, ya tienen el suyo propio), y que no han sido ultra procesados. 

Con el turismo, ocurre lo mismo. 

Todo lo que no parezca sostenible, por muchos sellos que tenga, no es sostenible. 

Los hoteles construidos sobre el arrecife de coral son un atentado contra nuestro planeta y contra el buen gusto. Por muchos sellos que tengan de eco friendly. Eso no es, y nunca será, sostenible. 

Es fácil de identificar. 

Ahora solo falta que pongamos de nuestra parte para frenar este atentando natural que estamos haciendo en pos del turismo.  

Tú decides. 

Seguir como siempre, impactando como siempre, sin pensar en las consecuencias de nuestros viajes, o te pones manos a la obra para intentar minimizar tu impacto y que muchos otros puedan viajar a esos destinos que tanto te han gustado, cuidando de que, cuando te vayas, solo queden detrás de ti tus huellas. 

Suena a buenrollismo de Paulo Coelho, pero es que no queda otro remedio. Somos muchos, todos queremos viajar, y por nuestra presencia impactamos el entorno, la cultura y a la gente.  

Qué menos que ese impacto sea beneficioso para todos. Para nosotros porque aprendemos y disfrutamos de este hermoso planeta. Para los que nos reciben porque conocen a personas de otros lugares, les ayudamos a que hagan negocio, y así todos podamos vivir mejor. Sé que somos capaces de ser sostenibles en nuestra vida y en nuestros viajes. No es un sueño, poco a poco se está convirtiendo en realidad.

Y es que me encantaría vivir en un mundo que conserve sus zonas salvajes intactas. 

En un mundo que nos siga sorprendiendo todos los días. 

En un mundo donde todos podamos viajar. 

En el mundo que merezcan habitar nuestros hijos. 


Este artículo participa en el concurso del evento #KLMHouseValència, patrocinado por IATI Seguros entre otros. Como incluso yo no soy coherente, en este artículo tengo que mencionar el combustible «sostenible» para aviones SAF de KLM.

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