Un guía apasionado: el único valor diferencial del viaje

Como buen viajero aventurero a lo Indiana Jones, yo siempre he repudiado a los guías. ¡Quién mejor que yo va a saber dónde quiere ir! Antes de cualquier viaje siempre me documento un poco, lo mínimo para sentirme cómodo. Busco información sobre piedras famosas, lugares Patrimonio de la Humanidad, sitios naturales de esos que tanto me gusta disfrutar, y algunos sitios raros que sé que hay por ahí cerca. En total, dedicando una hora por día de viaje, ya tengo el armazón de lo que será mi próxima gran aventura.

Visita El Hierro by machbel

Confío en que la serendipia, la «suerte» del camino, me lleve a lugares impresionantes que nunca he visto. Y una vez he llegado, que estoy ante un atardecer impresionante (lo de madrugar sigo depurándolo tras 15 años como blogger de viajes), que he encontrado el encuadre que me gusta, ¿qué más? Pues nada, ir al siguiente lugar, como si fuera una gymcana en la que el tablero de juego es el destino visitado.

Las experiencias molan mucho, los compañeros de viaje siempre son lo mejor, te lo pasas muy bien con ellos, pero ya está uno mayor para solo disfrutar del camino. Tiene que haber algo más, «What Else» que dice el cachondo de George Clooney.

¿Ir al mejor hotel? ¿Disfrutar de la mejor comida? (esto es algo que se nos da muy bien a los disfrutones como yo), ¿superar un reto físico orientado a la generación Disney, tipo una vía Ferrata o un parque en los árboles? No sé, pero algo más tiene que haber.

Y de repente, te encuentras con un verdadero unicornio, sobre todo en España: ¡un centro de interpretación abierto! A veces me da por entrar en ellos, y muchas otras he ido «coaccionado» por la oficina de turismo que ha tenido a bien invitarme. Esto es lo que pasa cuando te invitan a algo, hay que probarlo e intentar no poner una cara demasiado mala. Por lo menos, aquí no te estás comiendo nada picante.

Visita a museo by machbel

Dentro del Centro de Interpretación te encuentras con un guía algo más mayor que tú dispuesto a soltar su discurso, sin dejarse ni un milímetro del entorno por comentar, y ya agachas la cabeza dispuesto a soportar el chaparrón. En ese momento es cuando ves que lleva puestas unas botas manchadas con tierra. ¿Será esta una señal divina? Ni idea. El guía nos pregunta qué tal estamos, qué nos parece el lugar, y si estamos interesados en algo en particular (supongo que esto lo diga por verme con la cámara de fotos grande y el móvil en la mano).

Continúa con una breve introducción y se interesa por las cosas que hacemos mientras vamos al lugar de visita. Vuelve a retomar su guion, pero adaptado a nosotros. Hubo una vez, en el Museo de la Batalla de las Navas de Tolosa, donde la guía literalmente nos trató como a niños. Que si el rey, el cura, el malo maloso de aquellas, el infecto lengua de serpiente. Ya sabes, lo típico de aquellos tiempos sin corrección política donde o ibas a pegarte de golpes no sabes muy bien por qué, o mandabas a otros a pegarse por alguna fe indemostrable. Por supuesto, nosotros escuchamos cada paso de la batalla con la máxima atención, y hasta le aplaudimos como monos agradecidos al terminar.

De aquello hace unos dos o tres años, no me acuerdo de los pormenores ni los pormayores de cómo ocurrió la batalla de Bailén, pero sí de la emoción con la que la narró la guía, la pasión que derrochó para contarnos un momento considerado clave en la historia de la humanidad y, sobre todo, de lo bien que lo pasamos. Puro entretenimiento, puro conocimiento, pura diversión, pura emoción, pura pasión.

¿Habrá más guías así por el mundo?

Como además de disfrutón soy un suertudo, me he encontrado con muchísimas personas apasionados de su trabajo por el mundo. Hace unas semanas, en la isla de El hierro, conocí a Mario, un antropólogo alemán que llegó a la isla y cayó rendido a su silencio (ya comenté en otro artículo lo que pasa si estás más de una semana en El Hierro).

En el yacimiento arqueológico de El Julán (hay que pedir cita previa) nos contó la historia de los Bimbaches, los primeros pobladores de El Hierro, que no se sabe muy bien (ni muy mal) cómo llegaron y por qué no se marcharon de este duro lugar. Vivían sin hierro, sin apenas agua, sin barcos. Un gran misterio que igual nunca se llega a resolver.

Como esta visita la tengo mucho más reciente, sí recuerdo que el momento cumbre fue cuando estábamos todos sentados en el Tagoror (las palabras Canarias tienen una sonoridad genial), la vista al inmenso basurero de conchas y, por supuesto, los petroglifos bimbaches, dibujos hechos en la piedra de los que solo hay especulaciones sobre su significado. Igual con Inteligencia Artificial se puede descubrir algo, ya que guardan cierta similitud con otros de la sierra del Atlas, Marruecos, pero como siempre, no hay ni medios ni especialistas dispuestos a hacer este trabajo.

Visita Casa del Lobo Asturias by machbel

Mario nos contó con buen humor lo que íbamos viendo e intentó que entendiéramos algo de aquellos pobladores primigenios. Lo mejor es que en el grupo había un místico de la vida, el típico señor mayor con ropa de colores y creencias mágicas sobre el universo, que soltaba al viento sus conjeturas y entre todos (yo no pude contenerme a refutar algunas hipótesis de las que tengo constancia empírica), disfrutamos de un gran viaje por la historia.

Al igual que en Asturias, en la visita a la basílica de El Conventín (San Salvador de Valdediós), que es un auténtico viaje por los siglos de la historia, o en la Casa del Lobo en Belmonte, donde los recién licenciados muestran cómo es la vida social del lobo, o en Doñana, donde el guía reconocía los pajarillos mientras iba conduciendo, o en tantos otros lugares que, si no fuera por la pasión del guía, olvidaría a las pocas horas de terminar de visitarlo.

Y es que la mayor suerte durante el viaje es que alguien apasionado de lo que estás visitando, te acompañe mientras lo descubres, mostrándote los detalles, revelándote los secretos, esclareciendo tus dudas y, sobre todo, haciéndote disfrutar de algo tan bonito como es aprender mientras viajas. Por eso te animo a que en tu próximo viaje te dejes guiar, y me cuentes qué tal la experiencia.

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