Cuando me piden dinero, ¿qué tengo que hacer?

Que te pidan dinero jode. Uno tiene fama de borde, pero eso no quita que sientas desazón cuando un extraño se te acerca con una historia conmovedora en la que pende de un hilo su trabajo, la vida de su hijo o el despedir a su padre agonizante. La solución a su problema, siempre es que le des unos cuantos euros.

Pidiendo en la puerta de una iglesia
Pidiendo en la puerta de una iglesia

En el fondo sabes que es mentira la conmovedora historia, y tan sólo necesita el dinero, pues tras casi llorarte a tu lado, ves como va un par de mesas más allá para repetir la misma escena.

¡Te dejo mi móvil, que vale 100 veces más de lo que te pido! te dice mientras te enseña un aparato que vivió tiempos mejores e incluso puede que sea robado. Le haces unas cuantas preguntas para ver si tiene coherencia su historia, y viéndose atrapado ante tu insistente negativa se va con un ofensivo ¡gilipollas!

No se si es el alejamiento como individuos que inculca esta sociedad, que ya no nos fiamos de nada que nos diga un desconocido. Y si lo conocemos, desconfiamos hasta no tener pruebas que lo justifiquen. El síndrome CSI podríamos llamarlo. Sin pruebas no me creo nada, por mucho que tu aspecto indique que podrías pasarlo mal. Seguro que te lo gastas en alcohol, eso pensamos todos.

Una vez, mientras estaba de viaje por Praga en diciembre, vi como un vagabundo, tiritando, pedía en la calle de rodillas, como se hace allí, ya que se arrodillan ante los viandantes en señal de respeto por tener que pedir limosna. Llegó a la altura de nuestro desdichado protagonista un grupo de japoneses, que le dieron unas cuantas coronas checas.

Él las contó y, viendo que eran suficientes, entró en la cafetería de la esquina para pedir un vaso de caldo bien caliente.

Historias como ésta seguro que todos las hemos visto, pero ante tanta insistencia sólo nos queda cerrarnos en banda. Somos capitalistas consumistas, y si yo me gané mi dinero con mi esfuerzo y trabajo, ¿por qué tengo que darlo «gratis»?

Por lo menos, ofréceme algo a cambio, como los vagabundos que venden el periódico, o los que te piden una ayuda a cambio de una baratija colorida. Qué menos que mi dinero signifique algo más que un gracias y un «qué Dios te bendiga», palabras vacías con cada vez menos valor. Por el amor de Dios (mejor dicho, Newton), ¡que soy agnóstico!

Niña mirando zapatos de un escaparate
Niña mirando zapatos de un escaparate

Lo peor es cuando estás en países donde hasta los niños piden dinero, como me ocurrió cuando visité Petra. Con sus tristes ojitos llenos de legañas te intentan vender cualquier tipo de artesanía local producida en el país de al lado o en China, cuando tendrían que estar en el colegio formándose para en el futuro tener un trabajo que les valiera para ganarse mejor la vida.

Igual es que la familia gana más dinero explotando a los niños, que son más convincentes, e ir al colegio no sea un beneficio inmediato, algo inadmisible ante la acuciante necesidad.

Curioso era el caso de República Dominicana, donde los niños nos saludaban con el internacional «Hola, one dolar» mientras jugaban. Por lo menos se les veía que estaban pasándoselo bien y lo hacían para ver si caía algo, que los turistas norteamericanos son muy desprendidos con sus dólares verdes.

Yo la verdad es que no se que hacer ante todas estas situaciones. Siempre me cierro en banda ante que me pidan dinero, me parece algo muy violento, y tampoco es que yo tenga dinero para andar regalándolo al primero que me lo pida. A mi ganar 20€ me cuesta mucho trabajo, además de no tener un sueldo fijo todos los meses.

Que vaya con un móvil de última generación, un portátil de buen aspecto y una gran cámara igual sugiere que estoy subido en el euro, pero es que son mis útiles de trabajo. Tienen que ser buenos porque les doy mucho trote.

Una vez escuché una anécdota a un fotógrafo de viajes y montañismo muy clarificadora. Contaba que iba paseando por una Fabela brasileña cámara al hombro, cuando le asaltaron unos cuantos niños con pistolas pidiéndole la máquina, ya que vieron que era valiosa. Él les dijo en español que era su herramienta de trabajo, que con eso se ganaba la vida, y que si se la quitaban tendría que volver y no cobraría el encargo, además de no tener dinero para comprar otra, que en su país también era «pobre». A los pequeños bándalos parece que les convenció la historia, y al final lo acompañaron por la fabela para que les contara historias del mundo. Les había caído bien.

Igual si entre todos nos ayudaramos más habría menos gente pidiendo. Dicen que es penoso pedir pero más lo es robar. O igual habría más, ya que es una forma sin mucho esfuerzo de ganarse la vida, como me decían en Rumanía explicándome la cantidad de gitanos que emigraban a otros países temporalmente. Se gana mucho más pidiendo en Francia o España que en Rumanía. Ya sabes, la mal llamada picaresca, no sólo española, que rompe cualquier razonamiento legal y de buena fe.

Yo no se que hacer. Me seguiré cerrando en banda, que eso me han enseñado, y soltaré algunos euros a la gente que de primeras no me violente o vea que puedo ayudar en algo. O haré como uno que cuando le piden dinero, le dice que tiene que imitar a un perro o cerdo (según como vaya el día), para así recibir algo a cambio de su dinero.

Curiosamente, algunos evitan hacer esta onomatopeya aunque estén en una situación tan crítica. Entonces, ¿por qué tengo que darte mi dinero?

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  1. Yo no suelo dar dinero a la gente que me pide en la calle. Veo todos los ´días a una persona pidiendo, que en cuanto junta algo, entra en la sala de máquinas. Colaboro con lo que puedo como jubilado, con entidades como Cruz Roja. Al menos se que ese dinero va a quien realmente lo necesita.

  2. Hablando de pedir. En India se nos acercaron uno niños descalzos con una pelota de trapo y nos pidieron dinero de forma muy graciosa para una pelota de futbal. Por supuesto que contribuimos a ello y se fueron como habían llegado,felices y contentos. Y nosotras también.

  3. Una cosa que puede ayudar para identificar a una persona que realmente lo necesita, es darles comida en lugar de dinero. Cuando vivía en Senegal se nos acercaban muchos niños pidiendo mientras sacudían la famosa latita con 4 monedas dentro. Son conocidos por formar parte de mafias, y el dinero que recaudan no va realmente para ellos. Así que yo les decía que en lugar de dinero les compraría un bollo o algo similar. La mayoría se iban indignados. Sin embargo sí que había familias enteras en las calles que no tenían absolutamente nada. Cuando ofrecía comprar comida a alguno de esos otros niños, asentían con la cabeza sin pensárselo dos veces. ¡ Puede ser un buen filtro ! Saludos.