Hospital de Sant Pau, el mayor recinto modernista del mundo está en Barcelona

Desde la época de la gran peste en Barcelona hubo un gran hospital, el de la Santa Cruz, que atendió a sus ciudadanos hasta que su vetusto edificio gótico fue insuficiente para acoger a una población en aumento. Gracias a una millonaria donación a principios del siglo XX empezaron las obras del descomunal hospital de Sant Pau, a cargo del afamado arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner, que ideó un hospital vanguardista con 27 pabellones en los que tratar a los pobres. Durante 80 años atendió a la ciudad en un espacio único Patrimonio de la Humanidad, pero una vez más el avance hizo que el hospital cambiara de sede, y desde 2014 por fin se puede visitar libremente este espectacular y ostentoso hospital testigo de una época pasada en la que se hacían grandes obras de arte en forma de edificio.

Como te comentaba, a principios del siglo XIX el hospital de Santa Creu se estaba quedando pequeño para una ciudad en plena expansión como Barcelona, y era el momento de mudarlo a una nueva sede, dejando atrás el edificio gótico que lo había acogido durante cinco siglos en el barrio del Raval, actual biblioteca de Santa Creu, un lugar muy bonito para visitar. Esta imperiosa necesidad de ampliar el hospital no fue hecha realidad hasta recibir el legado del banquero Pau Gil, que a su muerte en 1896 donó parte de su fortuna para construir un nuevo hospital en Barcelona dedicado a los pobres, el modernista Hospital de la Santa Cruz y San Pablo.

El encargo para este nuevo hospital de Sant Pau recayó en el afamado arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner, que gozaba de mucha popularidad gracias a su actividad política. En esa misma época trabajaba Antonio Gaudí en Barcelona, pero el genio de Reus tenía fama de loco, y a parte del excéntrico millonario Eusebi Güell, pocos confiaban en él para grandes proyectos arquitectónicos, siendo la elección más lógica el confiar este gran plan al arquitecto más reputado de aquella época en Barcelona, quien además establecía desde su posición como catedrático en la Universidad de Arquitectura cómo debía ser el modernismo catalán.

Lluís Domènech i Montaner planeó la construcción de un gran hospital que ocuparía 9 manzanas del barrio del ensanche, en un terreno cuadrado de 300 metros de lado. Como buen modernista, estudió los grandes hospitales europeos para hacer un complejo de vanguardia, que además de higiénico y funcional, tenía que ser muy bonito, inspirándose en la naturaleza y en la historia catalana siempre que fuera posible.

De esta forma, el plan inicial constaba de 48 luminosos edificios (al final se construyeron 27) separados para evitar contagios. En cada uno se trataría una especialidad diferente, identificándose de una forma muy sencilla: por el santo o virgen que presidía cada puerta. En la mitología religiosa se asocian diferentes santos y vírgenes para la curación de ciertas enfermedades, por lo que no habría ninguna duda. Además, si era un santo significaba que en el pabellón se atendían hombres, y si era una virgen o santa se trataba a mujeres. Esta distinción también se ve a efectos prácticos, pues en la parte derecha se encuentran los pabellones masculinos y en la izquierda los femeninos, siendo idénticos todos los pabellones situados a la misma altura.

Por si este sistema de identificación no fuera suficientemente ingenioso, para moverse entre los recintos se ideó un sistema subterráneo de túneles de más de un kilómetro, y en el gran espacio libre entre edificios se plantaron árboles frutales para ayudar a la armonía del lugar y a crear un mejor ambiente para la curación de los pacientes. En el edificio principal estaba planeado cultivar plantas medicinales, ya que a principios del siglo XX se tenía por costumbre que en los hospitales se crearan medicinas propias, pero al final no se construyó este herbolario.

El ambicioso proyecto de Lluís Domènech i Montaner inició su construcción en 1902 y se alargó durante 28 años, en los que hubo parones por falta de medios y conflictos con la administración, además de fallecer el propio arquitecto, continuando con la obra su hijo, Pere Domènech i Roura. En 1930 se terminó la obra original que inauguró el rey Alfonso XIII, que consta de 13 edificios modernistas ideados por Lluís Domènech i Montaner, 6 de un modernismo moderado creados por su hijo y otros edificios que se construyeron posteriormente.

El hospital de Sant Pau estuvo en funcionamiento en este peculiar complejo durante 8 décadas, hasta que en 2009 se trasladó de nuevo a un moderno edificio en la misma manzana, al haber llegado al final de su vida útil este inmenso recinto modernista, que ya acusaba significativamente el paso del tiempo. Tras varios años de necesaria restauración, el Hospital de Sant Pau abrió de nuevo sus puertas, pero esta vez como espacio cultural y turístico que todos podemos admirar.

Cómo es la visita al Hospital de Sant Pau

La visita comienza en el gran edificio administrativo que antaño admitía a los pacientes, y nada más traspasar la gran puerta nos recibe el ostentoso estilo modernista de Lluís Domènech i Montaner. No es tan exagerado como en el Palau de la Música, la otra gran obra del arquitecto, pero estamos en un antiguo hospital, no en un palacio, por lo que llama aún más la atención la profusión decorativa que tienen las paredes, los techo y suelos. Tanto, que a mí me llegó a aturdir hasta tal punto que casi no distinguía nada ante tantos azulejos de colores.

En el sótano resulta todo mucho más sobrio, pues esta era una zona de trabajo, como atestiguan las recreaciones que se proyectan en las paredes mostrando parte de su antigua actividad. El largo pasillo nos lleva al centro del complejo, en el que nos percatamos de la inmensidad de este hospital, que abruma con sus dimensiones. Desde aquí podemos ir a cualquiera de los pabellones en los que trataban a los pacientes.

La mayoría están vacíos, pudiendo andar a nuestro antojo de uno a otro fijándonos en detalles como las ventanas, los santos y vírgenes que los identificaban o la decoración de las fachadas. Sería muy interesante que por lo menos un pabellón tuviera una recreación de cómo era el hospital en 1930, cosa que aún no existe, pero confiemos en que lo haya cuando terminen totalmente los trabajos de restauración.

El sol empieza a ocultarse, marcando el final de la visita a este inmenso complejo, que se puede recorrer rápidamente en poco más de una hora, aunque lo aconsejable sería dedicarle un par si nos gusta ver las cosas con calma. En cuanto a qué me pareció, tengo sentimiento encontrados.

Es una obra Patrimonio de la Humanidad y su importancia salta a la vista, pero las comparaciones siempre son odiosas, y el Hospital de Sant Pau no me cautivó como hace cualquier obra de Antoni Gaudí, ya que si bien es inmenso, me pareció muy pretencioso y para nada resultón, a parte de que no fui capaz de encontrar ideas revolucionarias como las que desarrollaba Gaudí ante los diversos problemas.

Si te gusta el modernismo y ya has visto los edificios que construyó Gaudí en Barcelona, entonces es una visita más que justificable, pero antes que el Hospital de Sant Pau, me acercaría al Park Güell, la Pedrera, la Casa Batlló, y por supuesto, a la Sagrada Familia, que está a un paso del hospital.

En cualquier otra ciudad, el Hospital de Sant Pau sería el edificio más emblemático de la urbe, pero en Barcelona, con el rico patrimonio modernista que posee, hay muchas joyas en forma de edificios que visitar antes que esta magna pero vacía obra.